domingo, 1 de septiembre de 2013

CARL SCHMITT Y EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO, UNA REVISIÓN A LA LUZ DE LA PROPUESTA POLÍTICA DE CHANTAL MOUFFE.






En el trabajo denominado “La Justicia Global: Más Allá de la Afiliación Plural” se hizo la pregunta de por qué no se consideraba al individuo en la “posición original” en el sentido de John Rawls y de Amartya Sen. Estos autores partían en sus posiciones originales de los pueblos (Rawls) y de las instituciones intra y supra-estatales (Sen) debido a la limitada capacidad del Estado para atender los requerimientos de los individuos en un contexto globalizado. En las tesis de estos autores se evidencia claramente la influencia kantiana en Rawls y la influencia de Rawls y de Adam Smith en Sen, por lo que en ambos casos está presente el constructo teórico del estado de naturaleza y del estado civil, ambos centrados en la propiedad privada.

Las propuestas de estos dos autores representan dos de las tantas propuestas que han surgido para tratar de dar respuestas a los problemas actualmente presentes en el contexto internacional y que se manifiestan en el debilitamiento del Estado-nación. Ambas parten de la idea de una sociedad sentada en los valores representados por la racionalidad de occidente, es decir, lo que Rawls estableció como sociedades “Bien Ordenadas”.

Sin embargo, frente al proceso globalizador que ha tenido entre sus efectos el debilitamiento del Estado-nacional se han presentado una serie de eventos que evidencian la tendencia a sostenerlo y a fortalecerlo en términos del bien común. Todas estas tendencias que se han presentado esencialmente juntas dan luces sobre la esencia de lo político, tanto desde la perspectiva del colectivo como del individuo. Como las tesis de ambos autores también están centradas en las ideas de lo justo (Rawls) y de la utilidad (Sen), sería conveniente evaluar la posición original de ambos autores en función de los fines antes expresados a la luz de la tesis de Carl Schmitt, un filosofo alemán admirador de Hobbes y vinculado al nazismo, debido a que este autor expresó su rechazo al liberalismo y la necesidad de preservar el Estado en el más puro sentido westfaliano. La importancia del trabajo estaría dada en el hecho que, en primer lugar, al parecer, la praxis en algunos Estados se corresponde con los postulados de esta obra que fue realizada en el año 1932 en momentos en que se estaban comenzando a producir grandes cambios en el orden internacional y, en segundo lugar, la filosofa belga Chantal Mouffe ha rescatado parte de los postulados de Schmitt para proponer unas líneas de acción que ayuden a generar estabilidad en la comunidad internacional en una forma que recuerda al orden westfaliano.

Por tal motivo el propósito de este trabajo es evaluar la situación del individuo y del colectivo de acuerdo a lo que Schmitt entendió como la esencia de lo político a la luz del mundo de hoy para evaluar el impacto de la propuesta de Mouffe desde el punto de vista político. Para ello se va a analizar y evaluar la tesis de este autor alemán desde el punto de vista filosófico, teórico e ideológico, luego se evaluará desde el punto de vista de lo individual y lo colectivo, se contrastará con las propuestas de Rawls-Sen y finalmente se hará una evaluación de la propuesta de la filosofa belga a la luz de la necesidad de atender los requerimientos de los individuos en un contexto globalizado.

1.    Carl Schmitt y el concepto de lo político.

Para C. Schmitt la definición de lo político está relacionada con lo estatal y ello le pareció “un circulo insatisfactorio”. Por tal motivo afirmó que “el concepto de Estado presupone el concepto de lo político”. Según este autor “el Estado es el status político de un pueblo organizado dentro de un espacio territorial delimitado”. Desde el punto de vista “semántico y como fenómeno histórico el Estado es la condición especial de un pueblo, y a saber: la condición determinante dado el caso decisivo (la guerra) y por ello, frente a los muchos status individuales y colectivos imaginables, el status a secas”[1].

Lo político es definido mediante el establecimiento de categorías que declara “específicamente políticas” y que se diferencian de las otras “áreas específicas relativamente independientes del pensamiento y del accionar humanos, en especial frente a lo moral (bien-mal), lo estético (bello-feo) y lo económico (útil-no útil o rentable-no rentable). Por ello a Schmitt le pareció pertinente que lo político debía tener sus propias contraposiciones para poder así “relacionar todo accionar que sea político en un sentido específico”. La contraposición que este autor propone es la amigo y enemigo debido a que “ofrece una sencilla definición (un criterio) conceptual, en la medida que no es derivable de otros criterios”, en otras palabras, al no estar sustentado ni derivado por ninguna otra contraposición le pareció ser un criterio relativamente autónomo de evaluación.

La contraposición amigos y enemigos, puede identificar un estado de guerra o de paz, entendidas estas como posiciones extremas y excluyentes. Esta contraposición puede coexistir junto con las demás diferenciaciones morales, estéticas, económicas, o de otra índole, según Schmitt que pasan a ser relativizaciones de lo político[2]. El enemigo político “es solamente el extraño, el otro y basta a su esencia el constituir algo distinto y diferente en un sentido existencial especialmente intenso” que hace a la guerra, y consecuentemente al combate, un estado / acto eventual y posible por cuanto las diferencias sólo pueden ser resueltas de esa manera. La categoría de enemigo es entendida desde el punto de vista público, es decir, es la oposición de un grupo de personas a otro grupo. En este sentido “el enemigo es el hostis, el polemos” y para ello la unidad del Estado es esencial puesto que garantiza la seguridad frente a ese otro. “Al Estado le corresponde el ius belli, es decir, la posibilidad real de determinar, y dado el caso de combatir, a un enemigo en virtud de una decisión autónoma...”. También significa la doble posibilidad de matar al enemigo y morir si es el caso por la causa común.

Consecuentemente, la relación que hay entre los conceptos de amigo, enemigo y combate está determinada por la posibilidad real de la muerte física. La guerra “es el pre-supuesto que define el accionar y el pensar del ser humano de un modo especial, suscitando con ello un comportamiento específicamente político”. Schmitt afirma que en el estado de guerra quedan relativizadas las otras contraposiciones, pero estas de acuerdo a su intensidad pueden tornarse políticas de acuerdo a las circunstancias.

Según Schmitt los pueblos se agrupan en amigos y enemigos. Si se tienen los agrupamientos que se estaban produciendo y que determinaron la Segunda Guerra Mundial y los que se produjeron y dieron inicio a la Guerra Fría pareciera ser sólida la afirmación, pero esta es una conclusión a-histórica puesto que el fundamento y el objeto de su propuesta pareciera ser el momento westfaliano. Este autor partiendo de Estados que ya existen le atribuye su tendencia a agruparse un carácter existencial, pero el mismo orden westfaliano a la guerra le dio un carácter agonal tanto en lo que se refiere al Estado en si como al régimen que lo sustenta (Blanco, 2007). Entonces, ¿de donde podría venir ese carácter existencial? Viene de la posibilidad de decidir sobre la vida y la muerte de los miembros a los que se le garantiza la seguridad, o sea a los amigos que aceptaron la naturaleza orgánica del agrupamiento, no al de la existencia o no de los Estados que no se cuestiona. Desde esta perspectiva el carácter existencial de tales agrupamientos a que el autor se refiere no tiene fundamento a no ser que sea la idea del bien de los detentadores de la autoridad, en el más puro sentido heideggeriano y en estas circunstancias la noción amigo-enemigo pierde su carga ontológica porque los detentores de la autoridad, que se corresponde a una clase dirigente determinada, están decidiendo sobre la vida y la muerte de los sujetos que el Estado contiene, bajo una lógica basada en la excepcionalidad y en la posibilidad del soberano de decidir sobre la excepción en sí misma[3]. De igual forma, sobre el tipo de guerra a que este autor se está refiriendo a una guerra en sentido limitado de acuerdo con la interpretación del pensamiento de Clausewitz que no amenazaba la existencia del Estado.

Además de lo expresado previamente, Schmitt afirma que las asociaciones políticas conforman el agrupamiento amigo, pero en muchos casos estas no se produjeron desde abajo ni unánimemente y si fue así en un origen dado, la realidad ha mostrado que la lógica de la representación ha favorecido la consolidación de estructuras de poder que han perseguido preservar el orden existente a expensas de los ciudadanos que representa, con lo cual su tesis más bien favoreció las condiciones para el establecimiento de Estados caracterizados por el absolutismo del orden que los aseguró y no de una decisión de la totalidad de unirse en función de un mismo enemigo. Es decir, no se evidencia una totalidad individuo-colectivo, sino más bien la de un colectivo que es llevado por una élite que decide por él en función del “bien común”, es decir, de la seguridad del orden existente. De ahí la posibilidad discrecional de poder declarar un enemigo interno.  Al poder determinar un enemigo interno, la autoridad asegura su estatus y determina un tipo de agrupamiento (hacia fuera o hacia adentro) que asegure ese orden. En este contexto, la homogeneidad más que la heterogeneidad o la pluralidad pasa a ser un fin en aras de la seguridad. De ahí la critica que hace Schmitt a la democracia y específicamente a la democracia liberal y el pluralismo.

Ejemplos de esta afirmación se encuentran en las causas que dieron origen a los regímenes en Alemania, Italia y la Unión Soviética entre los años veinte y treinta del siglo XX, pero también es posible considerar como un antecedente la propuesta del Poder Moral que hizo El Libertador Simón Bolívar en el Congreso de Angostura[4], así como la actitud, en general de los países suramericanos durante la Guerra Fría[5]. 

Como se ha podido observar Schmitt pivotea sobre la noción de enemigo y sólo toma la noción de amigo en caso de una decisión bélica. Así vistas las cosas el amigo podría ser visto como un medio y no como un fin en si en el sentido kantiano del término.

2.    Evaluación de la “esencia de lo político” de Carl Schmitt de acuerdo a su contenido.

Desde el punto de vista de su contenido se intentará extraer lo filosófico, lo teórico y lo ideológico de la obra de Schmitt a fin de determinar el grado de consistencia de la propuesta política de este pensador germano.  

2.1.       Lo filosófico.

Leo Strauss afirmó que la filosofía política era un intento por “comprender la esencia de lo político”. Para ello establece una serie de indicadores de lo que él entiende por filosofía política que serán el referente que se tomará para afirmar si el pensamiento de Schmitt es filosofía política. Estos indicadores: en primer lugar, son la idea del bien como fin de la política y, en segundo lugar, la política en tanto que política considerando aspectos epistémicos y ontológicos. La obra de Strauss fue hecha a posteriori de la obra de Schmitt, pero si se tiene presente que Schmitt mantuvo los criterios expresados en su obra y le agregó observaciones de carácter complementario, contrastar esta obra a la luz del pensamiento de Strauss permitirá obtener una dimensión más precisa del contexto en que fue realizado “el concepto de lo político” y la significación que ella tiene para el pensamiento político moderno. 

En primer lugar hay que destacar que tanto Schmitt como Strauss consideraron a “la asociación política- el país, la nación- [como] la asociación suprema”. Esta es la posición original de lo que Strauss usa como unidad de análisis de lo que entiende por filosofía política.

Según Strauss toda acción política está dirigida en nuestro pensamiento por la idea del bien y expresa una propensión hacia el conocimiento del bien porque la buena sociedad es expresión “completa del bien político”. Según esta afirmación Schmitt no hace filosofía política puesto que él criterio que utiliza parte del antagonismo. La noción amigo-enemigo en principio parece presuponer la idea del bien, pero presuntamente entendida como supervivencia, lo cual resulta una visión excesivamente estrecha y si se quiere pesimista.

La determinante amigo-enemigo al ser absoluta relativiza la idea del bien en favor de la homogeneidad. De ahí la diferencia con Hobbes que respeta lo privado[6]. De aquí que la posibilidad extrema de declarar amigo-enemigo se extienda a todas las categorías de unidad (individuo, Estado, etc.). Sin embargo, ya se ha afirmado que en este existencialismo lo que esconde es una idea del bien restringida a un grupo y no la idea del bien en el sentido heideggeriano, es decir, la idea del ser-cabe que busca salirse del estado de culpa (1927/1998:306). Esta restricción está determinada por la decisión de la autoridad, por la simbiosis de la autoridad con el Estado y la posibilidad de un conflicto.

La política en tanto que política es considerada por Schmitt a partir del establecimiento de unas categorías onto-epistémicas (amigo-enemigo) para dar sustento a sus teorías del derecho estatal y del derecho internacional por lo que se puede afirmar que se encuentra en un nivel que podría ser entendido como filosófico político, puesto que intenta fundamentar la naturaleza del ente en cuanto ente, es decir, la política en cuanto noción amigo-enemigo como un medio para posibilitar la construcción de una estructura política global que mantenga una cierta idea de equilibrio que según el criterio de Schmitt pueda llamarse paz.

Strauss dice que “la filosofía política trata del objeto político en cuanto es relevante para la vida política, de aquí que su tema se identifica con su meta, como fin ultimo de la acción política”. Desde esta perspectiva el establecimiento, justificación y aplicación de lo que Schmitt entiende como la esencia de lo político permite afirmar que hace filosofía política, pero lo hace desde la perspectiva del gobierno, de la autoridad capaz de decidir sobre la paz y la guerra, es decir, desde la perspectiva de un estado de excepción, donde se puede decidir sobre la vida y la muerte de acuerdo con el pensamiento de Agamben (2010:27-29).

La filosofía política es, según Strauss, “un intento de adquirir conocimientos ciertos sobre la esencia de lo político y sobre el buen orden político o el orden político justo”. De acuerdo con este criterio, Schmitt lo que hace es dar basamento a su teoría o extrapolar a las fuentes su teoría basada en la autoridad estatal para darle solidez a sus argumentos, es decir, a su critica del orden existente. La capacidad decisoria de la autoridad, es decir, la autonomía para decidir sobre la paz y la guerra y consecuentemente la posibilidad decidir quién es el enemigo es el elemento central de su obra. El orden político bueno es entonces el que puede mantenerse y el que puede garantizar seguridad. En este sentido coincide con Strauss puesto que él afirmó que “el tema central de la filosofía política son los regímenes”, debido a que constituyen el orden por intermedio del cual se derivan las leyes. La autoridad según Schmitt establece el orden y crea el derecho[7]. Schmitt partiendo del carácter derivativo de las leyes establece las constantes desde una manera inductiva que dan sentido a esas leyes y lo hace desde una perspectiva existencial.

La pregunta que marca la pauta en la filosofía política, según Strauss, es ¿cuál de los regímenes concretos en conflicto es mejor y cual es el sistema perfecto? De acuerdo con este criterio para Schmitt el mejor régimen es aquel que es capaz de determinar soberanamente quien es su enemigo y hacer la guerra eventualmente, con lo cual todas las capacidades del Estado deben ser orientadas en función de esa realidad específica. El objetivo final es la supervivencia y a partir de ahí surgen o se afirman todos los aspectos relativizados por la política. Pero, como se puede observar esta es una visión excesivamente restrictiva de la naturaleza humana.

Para Schmitt la idea del Estado esta centrada en la virtud y en el orden que conduce a la virtud. Esta visión hace parecer que el pensamiento de Schmitt apunta hacia el sistema aristocrático con lo cual se establece otro punto de coincidencia con Strauss. Para Schmitt la democracia es un sistema que debilita al Estado debido a que esta se sustenta en la pluralidad y la pluralidad sólo la concibe entre Estados no dentro del mismo.

Desde el punto de vista ontológico Schmitt parte de la idea de la historicidad de lo colectivo por sus reminiscencias a los orígenes del Estado nacional moderno de acuerdo al orden instaurado en Westfalia en 1648, pero sus categorías ontológicas son a-históricas puesto que omite el estar-cabe en el sentido estatal, a pesar de que este estar-cabe para Heidegger parte del individuo y del colectivo. La historicidad en Schmitt está referida a la clase dirigente capaz de definir el bien en el sentido existencial a un colectivo homogéneo que debe obedecer en aras de la seguridad. Pareciera entonces que para Schmitt existe sólo el colectivo.

2.2.       Lo teórico.

Desde el punto de vista teórico Schmitt se sustenta en Hobbes y afirma de él que “no existe una teoría del Estado que no contenga un equilibrio entre protección y obediencia”. Esta concepción parte de la idea del estado de naturaleza (meer Nature) (Hobbes, 1651/1989:395)[8] que desemboca en el estado civil, pero la necesidad de este estado civil está determinada por la presencia de otros agrupamientos de similar origen y por ello se apoya también en Hugo Grocio para sustentar sus argumentos ya en el plano internacional. De Hobbes toma la idea del estado de naturaleza y de Grocio toma las reglas que rigen dicho estado en el ámbito internacional[9]. De la noción del estado de naturaleza es posible afirmar que toma la noción en toda su plenitud y su idea de la guerra, pero cuestiona el hecho que mantiene la posibilidad de la competencia en el individuo, en el ámbito privado, debido a que esta forma de relativización posibilita en lo interno del Estado los agrupamientos amigo-enemigo en cualquiera de sus manifestaciones. Para Schmitt el pensamiento hobbesiano es “un sistema de pensamiento específicamente político” y toma la idea de que “las peores enemistades se producen justamente cuando en los grupos enfrentados existe la convicción de la verdad, la bondad, la justicia”, con lo cual estima poder dar sustento a su argumentación. Por esta razón arguye que lo importante “es lo político” y no las otras categorías ontológicas.

Schmitt cree que “teórica y prácticamente el pensamiento político y el instinto político -de la clase dirigente- se comprueban en la capacidad para diferenciar al amigo del enemigo”. Viendo las cosas así una clase gobernante puede asegurar su permanencia en el poder si justifica sus acciones mediante esta forma de fundamentar su accionar político. Es decir, estando en posibilidad de declarar enemigos, incluso en el ámbito interno, se posibilitan también las condiciones que permiten llegar al Estado Total de acuerdo a la misma expresión de Schmitt. Esta afirmación coloca a Schmitt dentro del mismo espíritu conservador de Hobbes y de Kant, pero desde un plano extremo debido a que cualquier forma de disidencia podría ser catalogada como una amenaza al Estado.

De Grocio toma las condiciones de posibilidad para decidir ir o no a una guerra y de la naturaleza del antagonismo en sí. En este sentido asume la idea del iustus hostes desarrollada previamente por Baltasar Ayala, en el siglo XVI, de donde se refuerza la tesis del enemigo público, de la confrontación entre Estados, no entre el Estado y grupos insurgentes, y de la capacidad que tiene el Estado, la autoridad soberana de decidir sobre la paz y la guerra, acotando que la confrontación entre el Estado y grupos dentro del Estado está determinada por la capacidad que tenga ese grupo de ejercer autoridad y de asegurar su supervivencia. La guerra, según el autor, no está justificada moralmente ni bajo otra categoría ontológica que no sea la política y consecuentemente, declarar un estado de guerra no debería considerarse delito.

En todo este contexto, en Hobbes el problema es que se tiene que buscar la paz, es decir, del estado de naturaleza se tiene que ir o se va a un estado de paz mediante un contrato, en cambio en Schmitt el cómo arribar a la paz no es su objeto de estudio sino el proceso que va de la paz a la guerra y viceversa. En esta perspectiva Schmitt se aproxima más a Grocio porque el autor holandés regulariza un orden y una practica establecida. Por lo que se estima que el proceso de ir de la guerra a la paz en Hobbes constituye la política y en Schmitt el proceso que va en los dos sentidos es lo político, acotando que la paz es posible si implica un proceso de despolitización. En lo internacional Schmitt afirma que esta paz es imposible de darse por la pluralidad de lo político entre Estados, por lo cual sugiere que el orden internacional debería mantenerse dentro del contexto westfaliano donde la guerra era un recurso político entre naciones “civilizadas” de acuerdo con la expresión usada por Kant en La Paz Perpetua.

A Hobbes la interesa el fin, a Schmitt el proceso puesto que todavía tiene muy presente el proceso que dio origen al Estado moderno, en otras palabras, Schmitt está en el siglo XVII y trata de adecuar la realidad del siglo XX al siglo XVII  por los efectos que produjo en Alemania el tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial.

Entonces para Schmitt el asunto está en la voluntad de decidir, es decir, en la autoridad que toma la decisión de ir a la guerra. La soberanía radica en esa posibilidad, en esa capacidad, capacidad truncada por el establecimiento de un orden liberal que al proscribir la guerra la ha relativizado trayendo como consecuencia que sea posible justificarla desde lo relativo conduciendo a parámetros casi existenciales que se salen del orden westfaliano y que recientemente los autores chinos Qiao y Wang han categorizado bajo la figura de Unrestricted Warfare.

2.3.       Lo ideológico

La ideología en Schmitt se observa en los ataques al Estado liberal y al pluralismo y al enfoque que había adquirido el Derecho Internacional luego de la Primera Guerra Mundial con la estructura y funciones de la Sociedad de la Naciones.

En cuanto al liberalismo afirmó que a través de él “todas las concepciones políticas han cambiado y se han desnaturalizado de una forma peculiar y sistemática”. Estas desnaturalizaciones se han expresado en la neutralización y despolitización de todas las actividades del Estado relacionadas con lo político (Ver Anexo 1), señalando con ello que su unión con las fuerzas democráticas han hecho que se pueda hablar de una forma de “Estado Total”, debido a que “en el polo espiritual, el gobierno y el poder hacen propaganda y persuasión masiva mientras que en el polo económico controlan a la población”; de ahí la razón según el autor del por qué la autonomía del mercado se ha convertido en dogma. Schmitt señaló que “para los liberales estado de derecho es estado de derecho privado”.

Schmitt afirmó que “el fin del Estado fue decretado cuando se reconoció la importancia política de las asociaciones económicas dentro del mismo tanto en lo que respecta a los dueños de los modos de producción como a los trabajadores o asalariados”. La pluralidad que es la expresión que denota este estado de cosas fue cuestionada por Schmitt al afirmar que ella niega la unidad soberana del Estado[10]. Por ello, este autor afirma que “la tarea de un Estado normal consiste en asegurar su unidad mediante “una pacificación completa” dentro del mismo. De ahí la posibilidad de determinar al “enemigo interno”.

Cuestiona también al individualismo porque este conduce a la desconfianza en todas las instituciones del Estado y su esencia no le permite arribar a “una propia y positiva teoría del Estado y la política”, no obstante, dado el caso ese individuo está conciente de la posibilidad de sacrificarse por el Estado Liberal cuando este se lo exija puesto que la guerra desde el punto de vista público había demostrado las capacidades bélicas de los Estados liberales.

En cuanto al Derecho Internacional, Schmitt afirmó que este fue también sometido a un proceso de relativización porque convirtió en lo jurídico el estado de guerra en sólo aquel estado donde hay violencia física saliéndose de la concepción hobbesiana, es decir, se convirtió al estado de no-violencia física como estado de paz. Al haberse proscrito la guerra mediante una norma de derecho internacional se prohibió a la guerra como elemento directo expresivo existencial, pero no se prohibió a la guerra en sus otras manifestaciones. La voluntad de combatir se ha hecho manifiesta también en lo económico, moral, espiritual, etc. y esta circunstancia ha favorecido a la tesis liberal. Este acto ha perseguido, según Schmitt, el debilitamiento del Estado para facilitar la dominación liberal.

Entonces Schmitt ha fundamentado las condiciones para, en aras de la defensa del Estado, se arribe a un Estado estanco, absoluto, autárquico que pudiendo establecer quien es el enemigo externo e interno genere las condiciones de posibilidad para que un grupo o una clase se perpetúe en el poder y justifique sus acciones políticas. Esta es la manera de arribar al Estado Total. Sólo hay que imaginarse hoy en día las medidas que tiene que tomar una clase dirigente para defender y preservar un Estado dentro de un contexto signado por las tecnologías de información y comunicación.

El por qué la relación amigo, enemigo y combate, pasaron a ser para Schmitt el centro de la determinación de lo político pudo haberse originado al estado de cosas resultantes de los tratados de paz que dieron fin a la Primera Guerra Mundial, es decir, el interés de abolir la guerra como un medio para obtener objetivos en el ámbito internacional y de castigar a aquellos Estados que la habían iniciado. Según Schmitt en ese proceso se definió como enemigo al agresor, al que declare una guerra y al que cometa un ilícito internacional, con lo cual la guerra pasó a adquirir una connotación moral en el más puro sentido kantiano, es decir, pasó a ser ésta oprobiosa y ser injusto el que la desata. Entonces este enemigo pasa a ser no el enemigo según el orden westfaliano sino un delincuente (un enemigo injusto)[11], por recurrir a la agresión para solucionar un conflicto, quedando también en el aire el concepto de guerra por otros medios.

De manera más específica Schmitt expresa que: “allí donde la guerra y la enemistad constituyen procesos determinables y comprobables, todo lo que no es guerra puede llamarse paz y todo lo que no es enemigo puede llamarse amigo. A la inversa: allí donde la paz y la amistad constituyen evidente y normalmente lo dado, todo lo que no sea paz puede volverse guerra y todo lo que no sea amistad puede volverse enemistad. En el primer caso es la paz y en el segundo la guerra lo que queda determinado por la negación de lo específicamente dado. Por la misma razón, en el primer caso el amigo es el no-enemigo y, en el segundo caso, el enemigo es el no-amigo”. La consecuencia de este hecho a partir del año 1919 ha sido la coexistencia de la guerra y la paz mediante todas las diferentes formas en que se expresa un acto de coerción que remite nuevamente al estado de cosas hobbesiano y esta circunstancia le ha quitado validez al sistema racional impuesto con el fin de la gran guerra y consecuentemente, con el fin de la Segunda Guerra Mundial.

El derecho internacional parece entonces que ha mantenido su fragilidad puesto que el estado de no-guerra reconoce la posibilidad de recurrir al acto de defensa de diferente naturaleza dados por el origen de la amenaza. Esta ambigüedad le permite a Schmitt justificar sus categorías onto-epistémicas, pero al recurrir este a aspectos etimológicos de la palabra enemigo, tanto en su concepción de hostes como en la derivación de “feind” se puede interpretar también que es posible pasar a un estado de cosas donde las circunstancias no estén determinadas por lo político en el mismo sentido schmittiano, es decir, del estado de guerra, se pasa al estado intermedio entre guerra y paz y posteriormente a un estado de paz donde permanecerían todas las categorías  relativizadas.

Por otra parte, para Schmitt no puede existir un “Estado Mundial” que abarque “a toda la tierra y a toda la humanidad” debido a que el mundo político internacional “es un pluriverso y no un universo”. La federación de pueblos, donde proviene el concepto de la Sociedad de las Naciones surgió como una contraposición a la federación de príncipes (1815), por lo que Schmitt vio en ello componentes ideológicos. Con la Sociedad de las Naciones se limitó la autonomía del Estado debido a que, según el autor, “una federación de pueblos como una organización universal de la humanidad con existencia concreta debería lograr el difícil objetivo de quitarle el jus belli a los pueblos y no asumirlo, para mantener su universalidad”.

De manera general, se puede afirmar que en la obra política de Schmitt se encuentran elementos filosóficos, teóricos e ideológicos, pero lo ideológico es lo más preponderante. Es decir, fundamenta una crítica con elementos filósofos y teóricos, destacando que es en la teoría donde se han planteado postulados que evidencian un fundamento sólido en lo lógico-teórico al tomar como referente al modelo ideal de Hobbes en lo que se refiere al Estado y las relaciones internacionales. Pero más allá de ello, la obra de Schmitt parece justificar las condiciones para que su país pudiera actuar nuevamente de acuerdo a las normas que habían regido a la comunidad internacional hasta el año 1914.

Como Schmitt defendió al Estado como un fin en si, su obra podría ser asumida como un fundamento para la acción de una clase dirigente que sienta las mismas preocupaciones que tuvo este autor, no obstante, como ya se mencionó, este modo de proceder ya ha sido aplicado en el pasado y en el presente, por lo cual la vigencia de esta obra está dada por la similitud de argumentaciones hechas por dirigentes que en nombre de sus pueblos defienden su permanencia en el poder.

3.    La noción amigo y enemigo desde el punto de vista individual y colectivo.

Partiendo del hecho que Schmitt, Kant, Rousseau y Locke desarrollaron sus trabajos bajo el estigma hobbesiano se podría hacer la siguiente aseveración en cuanto al papel de los individuos dentro de esas comunidades políticas en tanto que fines en si mismos:

Pensadores
Fines
Medios
Locke
Individuos
Estado
Rousseau
Individuos
Individuos
Kant
Individuos / Estado
Individuos / Estado
Schmitt
Estado
Individuos

De estos autores se observa que en Locke la autoridad tiene una capacidad limitada y en Schmitt tiene una capacidad absoluta. Kant se ubica en una posición intermedia. En este aspecto Schmitt es quien más se aproxima a Hobbes, pero se diferencia de este en el sentido que hasta la autonomía de los individuos está relativizada. El bien común en Schmitt está presupuesto pero se entiende que es la seguridad. El momento de coincidencia con Locke está dado en la posibilidad que tiene el Estado de decidir sobre la vida y la muerte, pero la finalidad en Locke es la libertad y la propiedad privada, elementos que se consiguen en el pensamiento de Rawls y Sen.

En todos estos autores es una elite la que decide. De aquí parte la diferencia con respecto a Rousseau. Este autor parte de la idea de la voluntad general que Kant sólo acepta si no amenaza la autoridad. Pero si se recuerda que el enemigo es solamente el enemigo público entonces se tiene que sólo en Rousseau el pueblo es quien podría determinar quien es el enemigo. En los demás casos es una realidad histórica la que se impone no a los individuos sino al colectivo que los individuos sólo aceptan en tanto y en cuanto no tienen conciencia de si, de su responsabilidad, de la autenticidad que evoca la necesidad de un estar-cabe orientado al bien como totalidad. Esta realidad histórica es la voluntad de obediencia.

Consecuentemente, si se es arrojado al mundo, a un mundo, en la expresión de Heidegger, donde ya en parte todo nos lo es dado, ¿cómo se nos da esa noción de enemigo-amigo y la posibilidad real de combatir por otro camino que no sea la coacción? La posible respuesta de Heidegger sería la inautenticidad, un término que tomaría después Sartre para justificar o no el hacer la guerra. Si estamos arrojados al mundo el problema es la responsabilidad en asumir una posición propia, integra, porque como totalidad se corre el riesgo de ser más medio que fin.

Hoy día, la universalidad de los derechos humanos les da a los individuos posibilidades morales en tanto que los individuos sean de decidir o no hacer la guerra, un recurso que ya había sido planteado por Francisco de Vitoria en el siglo XVI[12], pero hay que tener presente que Ser implica el asumir la temporalidad en el más puro sentido existencial del cuidado de sí, haciendo, en consecuencia, que el individuo sea totalidad, es decir, expresión de toda la humanidad y la totalidad sea en cada individuo. 

4.    El Estado y el individuo en C. Schmitt, Rawls y Sen.

Como ya se mencionó, hay dos autores: J. Rawls y A Sen que hicieron dos propuestas sobre una sociedad global que partiendo del mismo esquema metodológico de la posición original difieren, en principio, sobre la entidad por medio del cual es posible alcanzar la justicia global. Rawls parte de los pueblos y Sen de las instituciones supra e intra-nacionales. El centro de gravedad de la tesis de Rawls son los pueblos “well ordered” puesto que sobre estos pueblos pivotea para extender al resto del mundo su idea de justicia. El instrumento del que se vale para alcanzar ese propósito son los derechos humanos. En Sen el elemento pivote es la información y el papel que han alcanzado las tecnologías de información y comunicación para hacer permeables las fronteras de los Estados regidos todavía bajo el paradigma westfaliano. En estos dos autores se evidencian tendencias homogeneizadoras centradas en el paradigma de la racionalidad y la razonabilidad que vistas así se pueden entender también como ideologías, que eventualmente tendrían efectos totalitarios.

Como ya se hizo mención ni Rawls ni Sen superan las tesis de Kant sobre el federalismo y el cosmopolitismo. Ambos autores lo que proponen es maniobrar más allá de la debilitada estructura del Estado westfaliano para llegar a una situación donde sea una posibilidad considerar las propuestas kantianas. Esta posibilidad es negada por Schmitt, como se sabe, la posición original de este autor es el Estado y como tal su propósito es preservarlo de cualquier acto que tienda a su disolución. De ahí la critica al liberalismo. El efecto de su propuesta apunta a considerar al Estado como un fin en si, como la idea a través del cual los individuos deben aceptar pasar a ser medios en aras de la seguridad de una clase dirigente conservatista. La visión de Schmitt resulta entonces determinista y determinante y observada a la luz del mismo proceso histórico originado en Westfalia se aprecia como una reacción a un estado de cosas que no satisfizo su visión del mundo. Como Schmitt describe y justifica un modelo basado en la noción amigo-enemigo la reacción puede ser entendida como una respuesta a una realidad que ha sido afectada por las ideas políticas centradas en el paradigma económico surgidas a lo largo del siglo XIX.

Estos dos autores también se apoyan en el proceso globalizador en que la humanidad se encuentra inmerso y este hecho plantea la posibilidad de evaluar el rechazo a este proceso globalizador de acuerdo a los criterios expuestos por Schmitt puesto que el rechazo al sistema liberal hecho manifiesto por este autor podría ayudar a comprender la actitud de algunas clases dirigentes de algunos Estados con posiciones políticas claramente diferenciadas con respecto a esta realidad. 

El punto de coincidencia entre Schmitt y Rawls- Sen se encuentra entonces en la tendencia homogeneizadora guiadas por elites o clases dirigentes que siguen distintos fines por caminos diferentes, como se evidencia en el presente cuadro:

Pensadores
Fines
Medios
Kant
Individuos / Estado
Individuos / Estado
Schmitt
Estado
Individuos
Rawls
Justicia / equidad
Pueblos
Sen
Libertad
Instituciones

Aquí se observa una diferencia en cuanto a fines entre Schmitt, Rawls y Sen, pero al final de cuenta ambas tesis, es decir, la de Schmitt y la de Rawls-Sen tienden a una forma absoluta de organización política debido a que instrumentalmente minimizan al individuo, es decir, hacen que sea más medio que fin bajo el argumento del bien común y bajo los prismas de la racionalidad y la supervivencia. En todos los casos los fines son abstracciones que eventualmente limitan la posibilidad de que los individuos sean también fines en sí mismo. Esta tendencia sufrió un fuerte freno a partir del año 2003 con la tercera guerra del Golfo que culminó con la deposición del poder del dirigente iraquí Saddan Hussein y con el fracaso estadounidense de imponer su agenda político-económica en el continente americano en Mar de Plata. Estos dos acontecimientos han marcado el inicio de un proceso de reordenamiento de la comunidad internacional caracterizado por los esfuerzos estadounidenses por mantener su estatus hegemónico frente a la emergencia de otros polos de poder como Rusia, China e India que han hecho pensar a Chantal Mouffe en la recomposición de la estructura del sistema internacional a imagen y semejanza del orden westfaliano de acuerdo con los criterios esgrimidos por Carl Schmitt a fin de evitar de asegurar una estabilidad basada en el equilibrio de poderes a escala global. Veamos a continuación su propuesta política.

5.- Chantal Mouffe y la esencia de lo político.

Chantal Mouffe es una filósofa belga que funda su pensamiento en el criterio heideggeriano para definir lo óntico y lo ontológico (1927/1998:17-18). Para esta autora lo óntico es la política y lo ontológico es lo político, es decir, lo óntico “tiene que ver con la multitud de practicas de la política convencional, mientras que lo ontológico tiene que ver con el mismo modo en que se instituye la sociedad” (2007:15-16). Así pues, mientras concibe “lo político como la dimensión de antagonismos que considera constitutiva de la sociedad humana”, mientras que entiende “la política como el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político” (Ibíd.). A partir de esta categorización esta autora se ha establecido como propósito “señalar la deficiencia central del liberalismo en el campo político: su negación del carácter inerradicable del antagonismo” (Ibíd.:17)[13]. Teniendo presente esta fundamentación utiliza la crítica realizada por Schmitt al liberalismo en su obra El Concepto de lo Político para obtener “un punto de partida necesario para concebir los objetivos de la política democrática” (Ibíd.:21) que impida “el surgimiento del antagonismo mediante un modo diferente de establecer la relación nosotros/ellos” por ser base para el surgimiento de cualquier antagonismo (Ibíd.:23). Según Astorga, esta estrategia resulta “una falsa paradoja”, debido a que la intención de la pensadora belga ha sido reivindicar el antagonismo y el conflicto para hacerlos desaparecer a partir de una suerte de domesticación del pensamiento del autor alemán para expulsar “aquello que había sido precisamente su hallazgo teórico más significativo” (2010:104).

A este respecto agrega que junto con el antagonismo, la hegemonía constituye la cuestión clave para tratar la cuestión de lo político debido a que todos los órdenes sociales han sido producto de situaciones contingentes que en cierta forma han sido ocultados como consecuencia de esas contingencias, con lo cual Mouffe le otorga a lo social y lo político carácter existencial en el sentido heideggeriano del término (2007:24). Como estos órdenes son inestables se hace necesario desplazamientos y renegociaciones constantes entre los actores sociales que implican a su vez alguna forma de exclusión creando las condiciones para que esa hegemonía sea desafiada. Siendo que en esta relación antagonismo-hegemonía es la clave para un proceso de escala o desescalada a la violencia, esta autora sostiene que el antagonismo y la pluralidad democrática no se niegan la una a la otra, con lo cual se debe buscar el mecanismo que haga que un conflicto no adopte una forma que destruya la asociación política, por lo que cree que la tarea de la democracia es convertir un conflicto existencial en uno agonal. Dicho de otra manera sería convertir un enemigo en un adversario (Ibíd.:26-27).

Según esta autora “la especificidad de la democracia moderna radica en el reconocimiento y legitimación del conflicto y en la negativa a suprimirlo mediante la imposición de un orden autoritario” (Ibíd.:36). De esta manera sería posible evitar que un conflicto adquiera rasgos existenciales. Luego de este conjunto de afirmaciones, Mouffe analiza las principales propuestas que han surgido en los sistemas políticos de pluralidad democrática destacando sus fortalezas y sus debilidades como alternativa a un proceso creciente de perdida de legitimidad de las instituciones democráticas de talante representativo agravada por dos hechos significativos: la posición hegemónica global de EE.UU y lo que se ha dado en denominar terrorismo. La causa de esta orientación obedece obviamente al hecho que la principal democracia representativa a escala global es a su vez la potencia hegemónica y la que ha sufrido mayores ataques terroristas tanto por nacionales como extranjeros. En este sentido, la filosofa ha señalado que la política antiterrorista desencadenada por EE.UU hasta el año 2007 no se ajustaba a las categorías schttmitianas debido a que de acuerdo con su interpretación de la obra de Schmitt, “las guerras proseguidas en nombre de la humanidad eran particularmente inhumanas” agregando además que el pensador alemán advirtió que “cualquier intento de imponer un único modelo tendría graves consecuencias” (Ibíd.:85).

Teniendo presente lo reseñado en el párrafo anterior la filosofa belga cree que el intento de imponer un único modelo fomenta la exclusión y genera las condiciones no sólo para el terrorismo en tanto que una forma que declarando ilegal un conflicto creaba las condiciones para declarar a un enemigo como enemigo absoluto a partir de un concepto de guerra justa malinterpretado moralmente (Ibíd.:86), sino también otro tipo de tendencias extremas como el autoritarismo, populismo, etc., que el pluralismo democrático es capaz de contener. Aquí esta autora ya asoma la necesidad de recomponer el orden westfaliano como una forma de llevar el pluralismo que debe existir a nivel intraestatal a una escala interestatal para evitar algo así como una guerra civil internacional que recuerde la famosa Guerra de los Treinta Años. Así como se opone al orden hegemónico estadounidense, también afirma “contra los cosmopolitas” la necesidad de reconocer “el carácter pluralista del mundo” y la de establecer “de un orden mundial multipolar” (Ibíd.:97). Con esta ultima afirmación, Mouffe se opone a tendencias cosmopoliticas de derecha como la preconizada por David Held y de izquierda como las atribuidas a los filósofos contemporáneos Antonio Negri y Michael Hardt[14], así como la democratización de la sociedad de Estados.  

Así pues, siguiendo, en este caso a Schmitt y otros autores como M. Cicciari y D. Zolo, concuerda en la necesidad de consolidar un orden multipolar plural porque “brindaría las condiciones para un equilibrio de fuerzas entre varias grandes áreas estableciendo entre ellas un nuevo sistema de derecho internacional” semejante al impuesto en Westfalia en 1648 (Ibíd.:123-124). Esta forma de pluralismo ayudaría a contener las tensiones globales y a manejar las tensiones internas dentro de cada sociedad, es decir, esta autora está proponiendo una forma de pluralismo multinivel que mantenga la estructura de representación y consecuentemente las nuevas relaciones de poder que están emergiendo a escala mundial. 

Según Astorga, el merito de esta autora es:

“… se halla,…, en haber asumido la crítica posmoderna al racionalismo y al universalismo en nombre del reconocimiento de las diferencias, y especialmente en haber planteado la necesidad de que una sociedad efectivamente pluralista esté en condiciones de crear fórmulas democráticas en torno a las cuales puedan cristalizar las identificaciones colectivas, con el fin de evitar el surgimiento de otras formas de identificación, de índole étnica, nacionalista o religiosa” (2010:105).

Si bien Mouffe, en palabras de Astorga, ha hecho una lectura de este autor “que hace desaparecer la radicalidad de su concepto de lo político” (Ibíd.), lo cierto es que la crisis del sistema de representatividad de la democracia ha permitido la justificación de los regímenes de excepción que en cierta forma permiten sostener ese tipo de sistema político pero que evidencia no sólo la debilidad del llamado modelo schmittiano como tal, sino también la debilidad de la propuesta mouffetiana.

Como se recordará, la propuesta schmittiana de lo político no parte de la naturaleza democrática o no de un orden político, a él le interesó sólo la existencia del orden como tal. Hay que imaginarse la situación política de Alemania de la primera postguerra para entender lo que se está afirmando. Alemania existía sin importar cómo, pero este cómo es lo que da vida al concepto de estado de excepción que es el que han utilizado autores postmodernos como G. Agamben, P. Virno, M. Hardt y A. Negri por citar algunos, para explicar la guerra civil internacional y nacional (reproducida en múltiples Estados) o como quiera que se llame. El foco de atención de estos autores sobre el estado de excepción, es la idea de la guerra como forma de lo político, de ahí que, en el caso especial de Hardt y Negri, Astorga haya expresado de pesar de ambos autores “presentarse como adversarios de Schmitt, se acercan paradójicamente al pensador alemán quizás mucho más que Mouffe, precisamente al revalorizar la idea de la guerra, así como la identificación absoluta de ésta con la política” (Ibíd.:111), la guerra y los extremismos son la cotidianidad que caracteriza al mundo de hoy. Quizás repensando el estado de naturaleza (meer nature) en este caso en sentido spinoziano, a pesar de mantener la guerra como una posibilidad el camino a recorrer sea otro que evite unas relaciones basadas en el poder trascendente y asegure las posibilidades para que la humanidad siga un camino que la lleve a su autodestrucción.

6.- Reflexión final.

Si bien hemos iniciado nuestro análisis con los trabajos realizados por Schmitt, Rawls y Sen, en realidad hemos seguido un camino que nos ha llevado a visitar algunas facetas del pensamiento de Hobbes, Rousseau y Kant para demostrar por la vía de Chantal Mouffe el agotamiento del modelo político iniciado por Hobbes y que han seguido por diferentes vías los pensadores antes mencionados. Schmitt es quizás el más radical exponente del pensamiento hobbesiano si seguimos los criterios de Astorga. Ello quizás ha sido visualizado por la filósofa belga y por ello ha buscado a partir del pensamiento del filósofo alemán cortar el sendero que conduce a una forma de antagonismo de carácter existencial en el sentido heideggeriano del término. Sin embargo, al mantener las relaciones de poder, a pesar de su enfoque plural, esta filósofa lo que está haciendo es ganar tiempo a fin de que surja otra manera de entender la política debido a que mantener las relaciones políticas a partir de la existencia de varios leviatanes que mantengan un equilibrio lo que se está propendiendo a crear condiciones similares a las que estuvo la humanidad en el año primeramente en el año 1618 con el inicio de la Guerra de los Treinta Años que supuso el fin de la hegemonía española y después 1914 cuando se creyó que con una guerra corta se iba a alcanzar una posición hegemónica mundial.

Ante este dilema frente a la estructura multipolar que propone, por una parte Rawls bajo el criterio de sociedades bien ordenadas o Mouffe siguiendo al pensamiento de Schmitt de forma domesticada, el preferible la democratización absoluta de la sociedad internacional como única manera de asegurar su permanencia.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.

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ANEXO 1

Significados de la palabra neutralidad.

NEGATIVO
alejan de la decisión política
La no-intervención
Neutralidad general y trato igualitario
La concepción  del Estado como instrumento.
Igualdad ante la ley. Estado  despolitizado.
La misma oportunidad de construcción de la voluntad estatal
Igualdad general
La paridad: admisión de todos los grupos con igualdad de condiciones y consideraciones
El problema es determinar a los grupos para la distribución del poder.
POSITIVO Conduce a la decisión política
La objetividad y ecuanimidad sobre la base de una norma conocida
La neutralidad del Juez.
Una especialización no interesada por egoísmo
La neutralidad del perito o consultor
La expresión de una unidad y totalidad que relativiza las diferencias
Resolución estatal de las contraposiciones internas
El tercero que decidiendo desde afuera produce la unidad.






[1] Para Astorga (2008), Schmitt parte “desde una posición fundamentalista” para trazar “las coordenadas desde las cuales un concepto históricamente denso y complicado puede ser llevado a una fórmula simple y muy expresiva”
[2] En cuanto a las relativizaciones Schmitt las refiere a la despolitización y/o neutralización que se producen dentro de un Estado y las que se han intentado hacer en el ámbito internacional para asegurar una forma de convivencia. Pero al tener todas estas una raíz hobbesiana estas relativizaciones han hecho que la guerra del carácter originario afirmado por Schmitt haya tendido a lo absoluto debido a que se ha cualificado al enemigo y al amigo como bueno o malo. Esta cualificación es lo que ha dado en la actualidad a que aparezca el concepto de “enemigo injusto” sobre todo en lo concerniente a la guerra contra el terrorismo.
[3] Ver al respecto: Agamben (2010:31).
[4] La perdida de la Primera y Segunda república por la presencia de tendencias fragmentadoras de la unión alcanzada en el año 1777 fueron motivos suficientes para El Libertador Simón Bolívar para crear un sistema que asegurara la unidad y evitara los intentos fallidos de seguir un camino independiente.
[5] Esta actitud estaba relacionada con la necesidad de preservar una realidad estatal caracterizada por la existencia de inmensos espacios poco poblados, la presencia de grupos humanos que funcionalmente no estaban relacionados con los centros políticos de cada Estado y una desigual distribución de la riqueza que hacía proclive a la población a cambios drásticos de régimen político y a influencias que fomentaran dichas tendencias.
[6] Ver al respecto: Hobbes (1651/1989) y Astorga (2008). Según Astorga, Schmitt fue “un hobbesiano coherente y radical, no solamente por haber recuperado nociones fundamentales a partir de la idea del estado de guerra, sino también por haber reivindicado la vigencia teórica de la soberanía” (ibíd.)
[7] Un ejemplo de lo afirmado lo constituye el orden instituido en la República Bolivariana de Venezuela entre los años 1999 y 2012.
[8] Ver también: Astorga, (1999:348-354) y (2010:98). Astorga señaló también que “es posible encontrar en Hobbes la identificación entre guerra y política desde un significado más amplio de lo político, visto a partir del concepto de poder. Se puede advertir fácilmente que la imagen del estado natural a la que Hobbes arriba es el resultado del desarrollo antropológico de ese concepto. Sea entonces desde el Estado en crisis que presupone la guerra civil, o desde el desarrollo mismo de la naturaleza humana, vista desde el afán de poder, Hobbes hace del antagonismo un eje fundamental de su comprensión de la política”.
[9] Ver al respecto: Grocio, H. (1625/1925). Del Derecho de la Guerra y de la Paz. Madrid. Editorial Reus. (T. Reus). 331 p.

[10] Este es el criterio que utiliza A. Sen para fundamentar su trabajo La justicia global: más allá de la equidad internacional. A Sen parte de las instituciones nacionales y trasnacionales que, apoyados por las tecnologías de información y comunicación pueden estrechar los vínculos entre los pueblos generando redes de relaciones que favorecerían el intercambio y en general la libertad como medio y fin del desarrollo. El centro de gravedad de estas redes de relaciones es un mismo marco de racionalidad y eventualmente un idioma común.
[11] Un enemigo injusto, es aquel “cuya voluntad públicamente expresada (sea de palabra o de obra) denota una máxima según la cual, si se convirtiera en regla universal, sería imposible un estado de paz entre los pueblos y tendría que perpetuarse el estado de naturaleza” (Kant, 1797/2005:189).
[12] Vitoria señaló que la decisión de ir o no a una guerra era un acto de conciencia. Ir a una guerra sin convicción era, para este pensador, un pecado (1528-32/2000:77).
[13] Para sus efectos, ella entiende por liberalismo, el “discurso filosófico con numerosas variantes, unidas no por una esencia común, sino por una multiplicidad de lo que Wittgenstein denomina parecidos de familia” (Ibíd.)
[14] Según Astorga, Mouffe cree que estos autores desplazan y disuelven “la fuerza de lo político en la interpretación que ofrecen del fenómeno de la globalización” (2010:111).