domingo, 15 de junio de 2014

EL MÉTODO DE EXPLICACIÓN HISTÓRICA COMO FUNDAMENTO DE LA NUEVA DOCTRINA MILITAR VENEZOLANA







Resumen
En este ensayo se plantea la necesidad de establecer un anclaje ontológico que permita establecer un horizonte de comprensión adecuado a los estudios históricos que pretenden dar fundamento a la doctrina militar venezolana, debido a que las visiones científicas y parciales derivadas de un anclaje poco firme pueden generar distorsiones que impidan una mejor comprensión de la historia militar y por consiguiente de nuestra conducta estratégica y táctica.

Palabras claves: anclaje ontológico, horizonte de comprensión, método, historia militar

Introducción

A partir del año 2004 se inició un proceso de revisión de la doctrina militar venezolana que tuvo como objeto la adecuación de la conducta estratégica militar a las realidades del cambio político que estaba viviendo el país. A tal fin se estableció como horizonte de comprensión, siguiendo una expresión gadameriana, la lucha entablada por las comunidades aborígenes originarias contra el agresor europeo permitiéndose con ello traer al presente un apreciable cúmulo de saberes que la historiografía militar había sumido en el olvido. Sin bien este enfoque ha tenido importantes consecuencias ontológicas en el sentido que ha reconfigurado al Ser-venezolano en tanto que Ser-para-la-defensa, falta establecer un anclaje ontológico de lo que podríamos denominar venezolanidad a fin de generar las condiciones de posibilidad para que una epistemología de la defensa militar sea expresión del Ser-que-se-defiende en Venezuela en lo que concierne a las ciencias humanas. A este respecto vamos a analizar el problema de la fundamentación e indicaremos unas orientaciones a seguir para repensar los fundamentos de una nueva doctrina militar venezolana que pueda permanecer en el tiempo.

El problema de la fundamentación

Agamben (2008) ha identificado dos corrientes de pensamiento en relación con las ciencias humanas: una que apunta al campo histórico esencialmente exegético y la otra que se orienta al campo de las ciencias naturales teniendo como foco la biología desde el punto de vista cognitivo. La principal preocupación de este pensador, en este contexto, es que los avances tecnológicos estaban provocando un desplazamiento del campo histórico al campo científico.

Si retomamos el punto cero establecido como horizonte de comprensión para el desarrollo de una “nueva” doctrina militar desde los esfuerzos iniciados en el año 2004, nos encontramos con la necesidad de repensar ontológicamente a los diferentes seres que en cierta forma nos han legado nuestro sentido de venezolanidad hoy en día, es decir, hay que hacer una exégesis acerca de la naturaleza de los antagonismos a partir de la puesta en juego de los principales actores que hicieron presencia en “Tierra Firme” con la llegada de los europeos teniendo como fundamento la producción de sus modos para la vida. Dicho de otra manera es tener presente básicamente, en primer lugar, el antagonismo entre comunidades semi-nómadas (caribes) y comunidades semi-sedentarias (arawacos) antes de la llegada de los europeos, en segundo lugar, con la llegada de los españoles, el antagonismo entre dos civilizaciones semi-nómadas (europeos y caribes) y una civilización semi-sedentaria (arawacos) y, en tercer lugar, tres civilizaciones semi-sedentarias una vez que los hispanos se comenzaron a apropiar del territorio y los caribes comenzaron de defenderlo (Blanco, 2013). En el primer caso, la forma de combate se materializó mediante flujos de destrucción que Keegan refiriéndose a los yãnomãmi definió como ataque o incursión y que Deleuze y Guattari (2008:368) han descrito a través de una metáfora nómada cómo hidráulico, turbulento, atómico y problemático, el segundo caso fue producto del choque de un flujo nómadico y otro flujo descrito mediante una metáfora hidráulica que Boyd (1976/2012 y 2007) ha racionalizado a partir del manejo de información, la incompletitud y de la incertidumbre. El tercer caso, los flujos de destrucción adquirieron otra naturaleza. Se pasó de una forma hidráulica a una forma biológica representada por la adopción de tácticas asimétricas por la imposibilidad de reproducir un efectivo flujo. Ello significó en cierta forma la aceptación de un statu quo que cambiaría de manera simbólica con el ataque inglés del año 1742, cuando los antiguos antagonistas hicieron frente a la agresión inglesa. En este proceso de evolución de las formas de combate a partir de la idea de los flujos de destrucción podemos señalar dos momentos de identificación, es decir, cuando los aborígenes se enfrentaron al español y cuando los pobladores de Tierra Firme hicieron frente a la amenaza inglesa debido a que generó una nueva forma de identificación, es decir, conformó un “nosotros” que incluyó diversas culturas que estaban en proceso de integración.

En relación con la forma biológica de reproducir flujos, Arquilla y Ronfeldt (2000) la han identificado bajo el concepto de enjambre y Robben, yendo más allá, a partir del estudio de las formas de combate de los pueblos que originariamente ocuparon Irak planteó la discusión ética sobre el uso de la arqueología para generar contramedidas frente a formas de combate asimétricas. La reproducción de la naturaleza en operaciones militares, además de las prácticas de los pueblos originarios fue usada por los submarinistas alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, mediante lo que se conoció como rudeltaktik. En operaciones militares terrestres, los franceses racionalizaron este modo de combate en Argelia, siendo perfeccionada posteriormente por los estadounidenses. Autores como Negri (2007) han tratado de usar la arqueología como medio para establecer una genealogía de las formas de resistencia a partir de una realidad material determinada por la reproducción de los medios para la vida y de cómo hacer de estos medios, armas, en un contexto determinado y junto con Michael Hardt han propuesto hacer la guerra contra el Estado mediante la instrumentación de esta forma de combate (Blanco, 2013b).

La racionalización de la naturaleza para proponer una forma de combate determinada evidencia, en este contexto, un carácter científico que expresa la necesidad de establecer marcos referenciales para mantener un grado de disciplina y/o control social que permita pronosticar en condiciones favorables un resultado esperado. Ello se evidencia en que a pesar de los estudios realizados entre los años 2004 y 2005 (CGA, 2006), lo que se ha conocido como “Nueva Doctrina Militar venezolana” derivó en una doctrina de defensa popular basada en el modelo cubano para defender, más allá de una comunidad política como una totalidad, a un régimen político bajo la justificación de una orientación ideológica. Esta forma de racionalización se está conociendo hoy en día como biopoder, es decir, una estructura de poder que regula la vida social mediante su seguimiento, interpretación, absorción y rearticulación, usando al respecto la fuerza como mecanismo de regulación (Blanco, 2012).

Esta discrepancia de métodos frente a un mismo anclaje ontológico, en este caso basado uno en la arqueología y otro en la ideología, representa un importante reto para reflexionar en todo lo concerniente al rescate de la historia militar venezolana planteando la necesidad de revisar la revisión y construcción realizada hasta el presente debido, en primer lugar, a que la forma de encarar la historia ha mantenido una linealidad que no necesariamente indica la acumulación por capas de saberes ancestrales dentro de un contexto de mestizaje cuyo punto referencial lo representó la unión de todos los habitantes de Tierra Firme para hacer frente, por una parte, al español y, por la otra, al ataque inglés del año 1743 y, en segundo lugar, si se considera el horizonte de comprensión nos encontramos frente a tres contextos civilizacionales que expresaron cada una, una forma de combate determinada, es decir: dos basados en una relación social a-estatal centrada en un contexto de abundancia y otra estatal enfocada en relaciones de poder dentro de un contexto de desarrollo de las fuerzas productivas que tuvo como punto cero la apropiación del espacio. En el presente, el anclaje ontológico está representado en el Congreso de Angostura que dio origen a la República de Colombia “la grande” y se ha hecho para justificar un nuevo orden basado en la ideología en que nos encontramos en un nuevo proceso independentista en un contexto signado en la apropiación de las fuerzas productivas del presente.

En estas formas de combate se evidencian una actitud defensiva encarnada en la resistencia y una actitud agresiva expresada en la apropiación, dos aspectos que expresan la fragmentación social impuesta desde el punto de vista ideológico y en vista que, autores como Keegan han usado la experiencia yãnomãmi para entender cómo hacer la guerra en sus orígenes, es conveniente traer a colación el hecho que Lizot ha indicado que los símbolos del ideal guerrero de los pueblos aborigen, al menos en lo que concierne a un gentilicio que todavía mantiene sus raíces ancestrales y que aún es visible en los yãnomãmi eran el coatí (o zorro guache) y la pereza. El primero porque se defiende astuta y valientemente y el segundo por su capacidad de soportar dolor (2004:458). Así pues, ¿hasta qué punto un mito o una significación dada a partir de cómo se expresa la naturaleza puede ayudarnos a explicar un modo de vida y de combate? A partir de este interrogante surgen otros como ¿qué hemos heredado en términos de conducta para el combate o frente a una agresión en todo este proceso de mestizaje a lo largo de la historia? y ¿cómo se podría traducir hoy en día ser como un coatí y una pereza al mismo tiempo?

            Para tener los fundamentos para responder a estas interrogantes se hace necesario reflexionar sobre la imposición ideológica del cual hemos hecho mención. La imposición ideológica producida desde el año 2004 se ha fundamentado en el hecho que hasta esa fecha el anclaje ontológico para la comprensión de la venezolanidad ha sido el proceso independentista, en especial, el iniciado por el Libertador Simón Bolívar. Usando ese fundamento, la clase dirigente actual ha realizado un enorme esfuerzo de recodificación de la sociedad venezolana partiendo del establecimiento de un concepto que ha tratado de unir bolivarianismo, zamoranismo y marxismo bajo una nueva imagen del mundo centrada en la figura del fallecido presidente Chávez. Sin embargo, si tenemos presente que el proceso independentista se inició como una guerra civil y que esta guerra civil se reinició a partir del año 1835 y se ha mantenido, en cierta forma, hasta el presente, podemos concluir que este proceso de recodificación está condenado al fracaso porque no partió de un momento de unión de la sociedad como un todo, sino de un proceso de división que en el año 1811 se expresó en el desacuerdo y después del año 1817 en la imposición de un criterio no aprehendido razonablemente por la sociedad como un todo.

Como se puede observar un horizonte de comprensión determinado por el énfasis en un solo tipo de antagonismo, entendido de manera ideológica, podemos afirmar que este representa el establecimiento de un anclaje ontológico que aún no ha hecho cabeza en el fondo por no haberse fijado en un fundamento sólido, es decir, es un ancla que garrea, que se mueve, y hace que la estructura de adquisición de conocimiento se mueva por efecto de todas las corrientes (modas) epistemológicas que oscurecen el qué, en tanto que pregunta que de fundamento a un nuevo modo de Ser-para-la-defensa. Este aspecto es pertinente tenerlo en cuenta sobre todo si tenemos presente el papel que está cobrando la arqueología en el reconocimiento de formas de combate del pasado que aún se mantienen presentes tanto desde el punto de vista cognitivo como genealógico.

Este garreo obedece también a que, desde el punto de vista epistémico se ha estado omitiendo históricamente estos solapamientos de saberes y se ha estado adoptando, de forma deliberada, una visión del mundo que no necesariamente se corresponde a nuestra realidad. Aquí radica nuestra coincidencia con la visión de Agamben. La omisión de los solapamientos de saberes que han ocultado la simbología que representa el coatí y la pereza, no necesariamente significa que tengamos una herencia yãnomãmi, pero podría ayudar a entender cómo la sociedad venezolana como un todo ha sido capaz de resistir históricamente la imposición política en sus diferentes manifestaciones.

Desde el punto de vista genealógico, este garreo se pudiera estar presentando por el hecho que sólo se está considerando un particular antagonismo y su contexto productivo para la vida y para la defensa que ha estado ocultando la posibilidad de comprender nuestra realidad a partir de la consideración de todos los antagonismos del pasado y los que realmente se están presentando en el presente más allá de la imposición de cualquier tipo de ideología que nos recuerda que, según Clastres, las luchas de las sociedades prehispánicas desde Venezuela hasta el norte de Argentina antes de la llegada de portugueses y españoles fue la lucha contra cualquier forma de dominación que en sentido moderno ha sido materializada en el Estado. En este contexto, Venezuela siguió un largo y penoso camino a la democratización que se interrumpió desde el momento que la clase dirigente nacional trató de imponer un orden que había sido rechazado en un referendo constitucional.

Orientaciones onto-epistémicas.

El golpe de timón que deben seguir, entre otros, los estudios de historia militar en Venezuela, desde el punto de vista metodológico, deben conducir a un rumbo que permita establecer un anclaje ontológico firmemente establecido que permita hacer hablar, en el sentido que hoy día le damos a la seguridad de la nación, a las piezas que los arqueólogos han rescatado de nuestro pasado, es decir, hay que considerar la arqueología en sus diferentes campos (militar y naval) porque indiferentemente del lente teórico que sea usado para acceder a la verdad histórica, éste seguramente abrirá el camino para establecer una genealogía de las formas de combate que permita alcanzar, a su vez, un horizonte que cree las condiciones de posibilidad para realizar las rectificaciones de rigor frente a los retos por venir en términos de comportamiento y de conducta táctica y estratégica.

De igual forma este anclaje debe partir ontológicamente de un punto de unión y no de separación. La independencia, en este contexto, es un punto de separación que sólo tiene validez cuando una comunidad, en tanto que totalidad, ha adquirido la conciencia de que ha dejado de ser dependiente y es capaz de generar las condiciones de posibilidad de perseverar en su propia existencia.

            Por último, volviendo al coatí y la pereza es conveniente recordar que desde el punto de vista de la cultura europea el primero como zorro ha sido siempre asociado a la astucia y la valentía y el segundo ha tenido siempre una connotación negativa. Ahora, si consideramos lo que el coatí significaba para los yãnomãmi algo similar a los europeos y la pereza no, habría que reflexionar lo que una pereza significaba para esta civilización aborigen. Al respecto Lizot nos han indicado que la pereza es denominada por los yãnomãmi con la voz Ihama. Para ellos, Ihama simboliza valentía y estoicismo. En los tiempos originarios los yãnomãmi se convirtieron en perezas por lo que para ellos es ofensivo tratar a alguien de perezoso porque la Ihama es una especie de espíritu (hakure) que expresa inmortalidad (2007:123). Ello explica la coincidencia existente en las consecuencias en el significado de la palabra y no sus causas. Con esta explicación podemos afirmar que con esta manera de entender el mundo, los venezolanos no hemos sido astutos, valientes y perezosos, al contrario, los venezolanos hemos sido astutos, valientes y estoicos para superar todas las adversidades que se han presentado a partir de los momentos de desunión que hemos tenido. Esa debería ser la nueva manera de entender la historia militar y la historia venezolana. Con ello la gesta guaicaipuriana, mirandoniana, bolivariana, brioniana, sucreana, parediana, delgadochalbouiana y de todos los venezolanos anónimos que han luchado contra la injusticia tendrían un nuevo sentido .

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