jueves, 6 de agosto de 2015

ESPACIO-TIEMPO Y LA GUERRA. APROXIMACIÓN A UNA TEORÍA

Sloterdijk (2007) expresó que no se podría hablar de trabajo si no se estaba dispuesto a hablar, entre otras cosas de dominación y guerra. La importancia de esta acotación estriba en que Deleuze y Guattari (2008) (DyG) afirmaron que el trabajo había sido una invención del Estado porque éste sólo podría existir cuando había una constitución de excedentes que permitiera la realización de una operación generalizada de delimitación (estriaje) del espacio-tiempo trayendo como consecuencia una sujeción de la acción libre. Para garantizar su existencia necesita además de la apropiación de un aparato militar (Maquina de Guerra ) para hacer la guerra de modo que pudiese generar los cambios necesarios para asegurar su autoconservación. En otras palabras, con esta acción el Estado busca mantener una particular forma de espacio-tiempo para su autopreservación colocándose como autorreferente en función de la comunidad que aglutina . Para ello usa al efecto un criterio de tiempo entendido, Según Pertusio (2005), como oportunidad, secuencia, ritmo y duración. La oportunidad está relacionada con una acción “inmediata o contingente” para explotar algo considerado como una ventaja. La secuencia tiene que ver con “el orden en que se suceden las fases de una acción o diferentes acciones conexas entre sí”. El ritmo está referido con “la velocidad con que se suceden las acciones, duración relativa entre acción e inacción; y la duración está relacionada con el tiempo calendario u horario en que se desarrolla el acto a partir del espaciamiento del mismo. Esta forma de delimitación o estriaje del tiempo parece representar la visión prevaleciente de un observador (Estado) dentro de un universo de observadores y es consecuencia de las concepciones absolutistas del tiempo y el espacio que fueron evolucionando históricamente y se impusieron en los prolegómenos del mundo científico a partir del siglo XVIII . 

Dicho de otra manera, con esta visión se comenzó a hacer una separación del espacio-tiempo para crear un universo separado y aún así paralelo, dentro de un contexto más universal, con una finalidad política específica. El espacio-tiempo de acuerdo con la teoría de la relatividad restringida de Einstein (1916), es una estructura físico matemática abstracta que combina las tres dimensiones del espacio con una dimensión única de un tiempo espaciado . Esta teoría fue posteriormente perfeccionada por Minkowski, permitiendo una mejor comprensión de los fenómenos relativisticos, desde una perspectiva física, a partir del reconocimiento que el espacio-tiempo era una entidad única que consideraba una multiplicidad de tiempos donde sólo uno era el verdadero, esto es el tiempo entendido como conciencia. Desde el punto de vista filosófico, el espacio-tiempo puede ser entendido desde diferentes perspectivas en relación con el mundo, es decir, biologicamente desde el cuerpo humano en sí, con respecto o lo psíquico del estar-en-el-mundo, con lo social y con lo cultural (Lima, 2008), pero teniendo presente que el tiempo, en si mismo, es la propia fluidez de la vida interior que se enlaza con otras vidas en lo que denominó Bergson (1923/2006) trazo-de-unión que los une en una experiencia única podríamos afirmar que es una multiplicidad irrepetible. Desde esta perspectiva, la diferencia existente entre la visión física y la visión filosófica del tiempo abre un campo de posibilidades de acción cuando se entiende que el Estado es una entidad construida sobre la base de un tiempo asumido físicamente frente a un Ser que tiene conciencia de su propia vida interior.

Teniendo presente lo mencionado precedentemente se podría afirmar que la oportunidad, en términos de causalidad ocurre en un tiempo absoluto y en un espacio absoluto y el ritmo, cadencia y duración son manifestaciones teóricas de la delimitación del espacio y el tiempo en función de un propósito político determinado por unas relaciones de producción donde el espacio-tiempo está constreñido de forma ficticia por el trabajo dentro de la perspectiva del Estado entendido como estructura de apropiación que sujeta la capacidad productiva de cada ser en su circunstancia. Estas circunstancias permiten hacer una reflexión sobre el espacio-tiempo en la guerra teniendo presente que el Estado es la guerra, intentando con ello establecer específicamente cómo se podría entender la guerra desde el Estado y los actos de guerra que éste realiza en múltiples niveles, teniendo en consideración, a su vez, los problemas filosóficos que presenta la Teoría de la Relatividad Restringida y la ciencia, en general, en su esfuerzo por establecer una epistemología única y universal que permita acceder al conocimiento . El esquema a seguir es el siguiente: • Marco Conceptual. • El espacio-tiempo y el Estado. • El espacio-tiempo en la guerra. • El espacio y el tiempo del Estado. • Espacio-tiempo y Maquina de Guerra. • Conclusiones. 

El propósito de ésta reflexión es intentar demostrar que, la guerra en tanto que representación sólo es concebible bajo una concepción abstracta del tiempo y en un espacio determinado, y que si se toman en consideración las nociones de espacio-tiempo y materia para la comprensión de fenómenos políticos, que históricamente han sido de naturaleza trascendente, se podrían abrir un nuevo abanico de opciones para hacer guerra y política más allá del Estado. 

1.- Marco Conceptual. 

Hacer mención al concepto de espacio-tiempo y de su aplicación a la guerra implica asociar lo que para Einstein-Minkowski significaba un evento cualquiera con la guerra. Un evento es cualquier fenómeno que ocurre en el espacio-tiempo y define un cono de luz en el espacio-tiempo representado éste matemáticamente en cuatro (04) dimensiones. Dentro de esta perspectiva el trabajo es un tipo especial de evento de acuerdo con DyG. Pero, el trabajo es una abstracción dentro de una estructura de dominación, el Estado, que sería también otro evento en esta visión universal (abstracta) y ello en sí representa una limitación debida al intento de mantener una relación específica en un espacio finito y un tiempo sujetado de forma deliberada, con lo cual si se entiende que el Estado es un estado de guerra, en realidad se está entendiendo que la guerra es un tipo especial de evento que persiste por unas específicas formas de apropiación y el trabajo, visto como una forma de sujeción materializada por la subsunción de este al tiempo medido y el valor, es un evento de ese evento. La guerra entendida como evento podría ser visualizada en cuatro (04) dimensiones, pero la guerra entendida como un estado en cierta medida permanente no permite hablar de una línea del universo puesto que hacer mención a espacio-tiempo es hacer mención a movimiento . La diferencia estriba en que a la representación de un Ser en el espacio-tiempo humano, según Lima (2008), se le opone el espacio-tiempo del Estado y ello se manifiesta en las limitaciones a la libertad del hombre en beneficio de este último. 

Desde el punto de vista físico el Estado se expresa mediante la imposición en un espacio delimitado sobre el cual se erigen unas instituciones que tienen una existencia en un tiempo que tiende a ser absoluto. En este espacio y en este tiempo todo lo que allí se encuentre se rige bajo criterios más o menos homogeneizado a fin de garantizar su perpetuación aún a expensa de todo lo que ese Estado contiene. Este hecho condiciona todo lo que permita introducir la idea del tiempo entendido como tiempo fenomenológico o de las vivencias (o de la conciencia). Como ese Estado es efecto de la imposición de una estructura de producción establecida a nivel global, ésta se expresa también en un estado de guerra global donde el espacio-tiempo-trabajo actúa como un bucle ordenador en un espacio y un tiempo controlado. Según Bergson (1923/2006), la propuesta de Einstein-Minkowski presenta el inconveniente que, en primer lugar, el devenir inherente al tiempo fue eliminado y, en segundo lugar, posibilita la introducción de una infinidad de otros procesos (otros devenires) por medio de los cuales se pueden representar otras cosas en ese nuevo espacio temporal establecido en una cuarta dimensión. Estos dos (02) hechos, según este autor, presentan un doble peligro: por un lado, se podría tomar o desarrollar toda la historia pasada, presente y futura del universo por un simple acto de nuestra conciencia a lo largo de esa historia dada de repente en la eternidad, es decir, los acontecimientos no desfilarían delante de nosotros sino que más bien seriamos nosotros quienes pasaríamos delante el alineamiento de ellos como se manifiesta en la expresión “los hombres pasan, las instituciones quedan”. Por otro lado, en el espacio-tiempo que se ha constituido se podría creer tener la libertad de escoger entre una infinidad de distribuciones posibles de espacios y de tiempos. 

Sin embargo, ese espacio-tiempo fue construido como un espacio y un tiempo bien determinado donde sólo una cierta distribución particular es real y sólo contastable gracias a la efectividad en la aplicación de unos regímenes de violencia que se expresan en las diversas formas de hacer la guerra . Pero, no se hace distinción entre esa distribución real y todas las otras distribuciones posibles con lo cual el todo queda sujetado a un símbolo. Para efectos de lo que aquí se está tratando ese símbolo es el Estado. Desde esta perspectiva, se podría afirmar que el Estado es una forma de distribución del tiempo y el espacio y la guerra es una forma en que se materializa ese orden creado. La guerra en ese sentido se expresa en mantener a la humanidad bajo un esquema de ordenación al margen de la la multiplicidad de líneas de universo o líneas de luz que emanan de toda los seres que conforman la humanidad como conjunto. Desde el punto de vista militar-operacional este espacio y este tiempo se expresan en lo que se ha denominado espacio de combate que también ha tendido a hacerse global. Lo militar-operacional representa el acto de coacción en si para asegurar el mantenimiento de las relaciones existentes. La separación del espacio-tiempo se manifiesta en la separación y especialización del espacio geográfico de producción y los seres (el tiempo) que producen y el tiempo del Estado. De acuerdo con este criterio, el Estado persigue que el movimiento de la naturaleza se corresponda con un ritmo particular y una cadencia más o menos homogénea, en función de sus propios fines. Desde el punto de vista espacial se entiende como una delimitación del estar-ahí. El Estado desde este enfoque es un evento cuyos promotores pretenden hacerlo permanente. El inconveniente de esta representación se produce al tratar de responder cómo entender al hombre en tanto evento que es a su vez generador de eventos. 

En principio se afirmó que un evento es cualquier fenómeno en el espacio-tiempo caracterizado por el movimiento. Es decir, como el mundo es un evento que está en movimiento y el movimiento se manifiesta en la liberación de energía, todo aquello donde la energía es, es un evento. La vida es un fenómeno que se podría considerar un evento que tiene una duración donde el tiempo es la conciencia en sentido bergsoniano (Bergson, 1923/2006) y la energía es el conatus, en sentido spinoziano, que hace que se produzca la duración (Spinoza, 1677/1980). Teniendo presente esta premisa un evento es una forma en que se manifiesta la energía y en consecuencia el hombre podría ser considerado como un evento generador de eventos . Se diferencia de los otros seres vivos en que los eventos que puede generar son representaciones de la naturaleza pudiendo estas ser capaces incluso de poner fin al hombre mismo como evento mediante la guerra. Lima Vaz (2008) expresó que el espacio-tiempo humano estaba caracterizado por el hecho que el propio hombre establecía sus sistemas de referencia haciendo que en ese espacio el tiempo tendiese a inmovilizarse en la espacialidad en que el mismo se instala en una transposición de los ritmos físicos y biológicos. De igual forma, el espacio-tiempo también se interioriza y el tiempo absoluto tiende a prevalecer en la medida en que el mundo humano, como mundo interior, se expande entre lo que fue y lo que será dentro de un contexto donde este mismo tiempo tiende a achatar el devenir humano por una misma noción de trascendencia donde la imagen del tiempo absoluto es relacionada con un poder que lo determina. Esta circunstancia plantea un problema ontológico por el hecho de ser el sujeto, sujeto y objeto. Hay que tener presente que la teoría Einstein-Minkowski parte de la asunción de que existen cuatro (04) dimensiones, con lo cual un hombre no puede auto representarse en el espacio-tiempo debido a que para ellos todo evento es producto de un proceso de observación y no de auto observación. Desde esta perspectiva, la propuesta teórica de kaluza-Klein consistente en adicionar una dimensión más a la propuesta de Einstein-Minkowski, o sea agregar una quinta dimensión, ayudaría desde el punto de vista físico a la comprensión de la propuesta del espacio-tiempo a partir de la auto-observación. Esta propuesta, es consecuencia, según Bergson, del inconveniente de considerar que un espacio con más de tres dimensiones es una pura concepción del espíritu y puede, como ya se ha estado afirmando, no corresponder a ninguna realidad con el riesgo de hacer de un método algo de naturaleza trascendente. La teoría de kaluza-Klein, persiguió, partiendo de la noción de espacio de la teoría de la relatividad general, unir lo que se conoce por gravedad con las otras fuerzas de la naturaleza relacionadas con el electro-magnetismo. El problema mayor de esta teoría se presenta cuando se intenta unir un tiempo absoluto y un espacio absoluto fuera del movimiento y de lo realmente perceptible. La propuesta de kaluza-Klein fue recientemente perfeccionada por P Wesson quien afirmó que la quinta dimensión era la materia (1999:37-38) . Esta propuesta podría ayudar, en parte, a explicar la noción trascendente del mundo y del Estado a partir de una abstracción y también a afirmar que la muerte, la destrucción y, la creación, que genera la guerra son una forma de no materia, constituyendo la guerra una especie de antimateria. Así pues así como la energía puede generar materia, también puede generar no materia, entendiéndose el paso de la materia a la no-materia como la antimateria. 

La implicación de esta proposición es que la guerra ha sido considerada como un objeto de estudio que ha sido difícil de aprehender racionalmente por la misma condición humana. En este contexto, si se tiene presente la expresividad de la materia (DyG, 2008) se podría afirmar también, según Stuart-Umpleby, que la información es una de las entidades básicas del universo (Alburquerque, Siquiera y Lima, 2007). Los dos primeros elementos están presentes en la naturaleza y el tercero depende de la existencia de los dos primeros. Por ello se podría afirmar que Ser es información, materia y energía. Consecuentemente, el hombre es la expresión de ésta quinta dimensión siendo capaz de crear, conservar y destruir, tal como se evidencia en el trimurti en la filosofía Maya o el polemos heracleitico . La antimateria podría ser entendida como guerra (y el Estado) en tanto que representación de un evento cualquiera. Como lo que está subyacente, en este caso, es la oposición de materia y antimateria, todo lo que sirve para crear podría ser usado también para destruir y entonces la materia misma y la información , son instrumentos que pueden ser usados para crear, conservar y destruir. Teniendo presente que la guerra, en tanto que representación, es un evento generado por otro evento, el hombre, a partir de un concepto convencional: el Estado, a través de una particular idea del espacio-tiempo es el obstáculo, el óbice, que hay entre el hombre mismo y la naturaleza. Por otro lado, lo que está subyacente en esa representación es la conservación mediante la expansión del presente o haciendo que el futuro sea efecto de una finalidad establecida. Separar el espacio y el tiempo, en éste contexto, no significa que el Estado se salga de la línea del universo, lo que busca hacer es un círculo, una figura geométrica de una no forma, generando huecos negros por todos lados. Estos huecos negros son formas en que se manifiesta la guerra cuando trata de que el hombre, en particular, y la humanidad, en general, se rija por modelos geométricos para asegurar cierto grado de predictibilidad. Esta expansión del presente o adecuación del futuro se evidencia en una expansión deliberada del espacio para que todo lo contenido en él acontezca de una particular manera en función de una finalidad específica relacionada con la estructura de producción e intercambio existente. 

El estado de guerra se evidencia entonces en el mantenimiento de ese tipo particular de relaciones y cuando se presentan situaciones que eventualmente podrían afectar el estado se hacen los actos de guerra que actúan como un mecanismo de corrección que hace que se mantenga el estado de dichas relaciones. Desde este enfoque, si la guerra es una expresión de la antimateria, el Estado, como estado de guerra es otra manifestación de la antimateria tanto como posibilidad y como acto en sí mismo si en su construcción no está presente la idea de cosa publica, res pubblicae. Sobre la materia, la energía y la información es conveniente entonces afirmar lo siguiente: 

 • La materia es todo lo que existe en su forma simple o compuesta. 
• La energía es movimiento que emana de la materia y es lo que nosotros llamamos vida en cualquiera de sus formas. Donde no hay energía sólo hay materia inerte.
 • La información es lo que permite la integración del universo facilitando la supervivencia mediante el intercambio de energía mediante encuentros y desencuentros producidos de forma azarosa. 

Así pues se tiene que el Ser es constituyente de la naturaleza, pero en cuanto tal un evento que genera eventos constituyendo los mismos extensión y representación. El Ser puede generar eventos donde esta presente la materia, la energía y la información como actos de creación, conservación y destrucción. La creación y la destrucción se explican por sí mismo, no así lo que se entiende por conservación. En principio, la conservación es el equilibrio existente entre creación y destrucción. El cómo se logra es lo que determina el tipo de relaciones existentes. Sin embargo, hay una diferencia entre la conservación como proceso vital y la conservación entendida a partir de una representación. En el medio de estas dos formas de representación están las creencias, como motor interviniente y determinante en el proceso de conservación. Sobre las creencias se tiene que el mismo proceso histórico de evolución del conocimiento, el desarrollo de la mecánica cuántica produjo un antes y un después en la ciencia sobre todo en lo concerniente a la idea de lo que se tenía del espacio y del tiempo y lo que se desarrollaría después. Para Kant (1781/1993), el espacio y el tiempo en tanto que intuiciones puras eran las fuentes del conocimiento. De igual forma, para Kant un fenómeno era, en primera instancia, el objeto de la sensibilidad y el objeto indeterminado de una intuición empírica. A partir de estas premisas se puede afirmar que el pensamiento de este autor, desde el punto de vista de la razón pura y razón práctica orbita en torno de esta idea. La importancia de esta afirmación obedece, en primer lugar, a que, desde el punto de vista político el pensamiento de Kant estuvo influido por la obra de Hobbes (Astorga, 1989), y en segundo lugar, Negri (2006) expresó que tanto Descartes como Hobbes habían promovido unas ideas que en cierta forma legitimaban al Estado con unas particulares relaciones de producción e intercambio donde la noción del espacio y el tiempo estaba determinada por el trabajo (DyG, 2008). En este sentido, el Estado es una entidad ubicada en un espacio específico en relación con las otras entidades que acoge o subsume que pretende a su vez dilatar su tiempo a partir de un espacio de producción determinado. La consecuencia de lo antes afirmado es que desde el punto de vista político, se ha intuido la existencia de un espacio-tiempo basado en el referente Estado, pero instrumentalmente, en la práctica, se ha operado en un espacio y un tiempo absoluto estratificado donde un observador de manera parcial determina el mundo contenido en ese estado en función de un espacio específico y con una multiplicidad de tiempos construidos a partir de esa misma noción de Estado. 

 Lo enunciado precedentemente no significa que se esté planteando la necesidad de sustituir una visión mecanicista (o científica) de la política y del mundo por otra de similar carácter como la epistemología cuántica debido a que se origen se encuentra en las ciencias naturales. Lo que se está planteando es que ese pensamiento que permitió la estructuración y establecimiento de una idea particular de la política puede ser cuestionada debido a que el hombre entendido como un evento es una singularidad dentro de una multiplicidad, en consecuencia, el asunto es hacer que una singularidad entendida como energía, materia e información siga el curso de su devenir y no siga sujetado (u objetivado) a una estructura de poder que ha convertido su existencia en una materia sin capacidad para generar movimiento propio. Sobre los medios usados en un espacio y un tiempo absoluto, es decir, sobre la materia, energía e información conformando un evento del evento o entidad específica es conveniente afirmar que en tanto que representación, el Estado persigue construir otras representaciones. Lo hace en términos de espacio-tiempo y por otra parte en términos de espacio y de tiempo. Desde esta perspectiva, un evento (el hombre) es capaz de producir otros eventos para su conservación. Por ello, se podría afirmar, en principio, que el Estado es un evento construido por el hombre como auto representación, para que ese estado dure en función de unas circunstancias específicas. 

 El Estado, en tanto que entidad política es el efecto de un acto de conservación y su origen es consecuencia de la interceptación de las dos estructuras de pensamiento, es decir, la basada en el espacio y el tiempo y la generada en función de su visión de espacio-tiempo que pretende hacer permanecer a costa de lo demás. La intersección es lo oscuro, de ahí es que la energía, la materia y la información asumen un carácter destructivo en un espacio dado y en un tiempo escalonado, es decir, la destrucción inmediata puede aparecer bajo la forma de guerra o la destrucción mediata bajo formas como el deterioro ambiental, la automatización de los eventos bajo la forma de trabajo y la destrucción generada cuando otros eventos pretenden seguir las dos primeras formas de destrucción por la creencia de que la repetición de esas acciones es producto de la naturaleza. Esta formas de destrucción se manifiesta como un hueco negro generado en y a partir de la mente, no sólo por la incapacidad de unificar la estructura del pensamiento, sino también buscando asegurar su conservación a expensas de lo y los otros. La acotación al deterioro ambiental permite traer a colación el hecho que Sloterdijk (2003) expresó que en el siglo XX se había operado un cambio decisivo sobre la idea de la guerra debido a que los actos no estaban dirigidos contra el combatiente sino a su medio ambiente, es decir, lo que comenzó a suceder con la guerra quimica, bacteriológica, nuclear y ecológica fue suprimir las condiciones en que actúa un oponente con la finalidad de doblegar su voluntad mediante el terror . La importancia de esta afirmación radica en que este autor explicó como se produjo el proceso que conllevó a la acción supresiva en la guerra con la actividad productiva, es decir, la acción supresiva para mejorar la producción en primer lugar agricola y después contra la misma raza humana. Esta conexión supresión-producción puede ser entendida a partir de la relación “mercancías de armamento militar y de las armas del mercado” y su significación cuando el Estado tiene el control en la producción de armamentos, que se manifiestan en dos momentos diferentes que indican los dos momentos de la guerra: el acto de guerra con el acto de supresión del medio ambiente del enemigo para doblegar su voluntad mediante el terror, con lo cual el acto en si es un acto terrorista, y el estado de guerra determinado por las condiciones de producción capitalista donde la supresión del medio ambiente se manifiesta de muchas y diversas formas. Este es el estado de terror. 

 Como el trabajo es la unidad básica del Estado para la ordenación del mundo, el tema es comprender cómo la energía, la materia y la información son usadas para mantener esa idea de orden en un espacio y un tiempo dado teniendo al Estado como un evento particular que persigue la conservación en una línea de universo determinada por un ritmo y una cadencia de duración indeterminada. DyG (2008) destacaron también la relación trabajo, Estado y guerra por intermedio de lo que denominaron aparato de captura. Al respecto, estos autores denominaron al Estado como una integración global (y no local), una redundancia de resonancia (y no de frecuencia), una operación de estratificación del territorio (y no de polarización de medios) . Un aparato de captura es, según estos autores, un aparato de apropiación que está determinado por procesos abstractos de agenciamiento y por consiguiente de limitación e intercambio a partir del territorio (Ibíd.). En este contexto, la renta (y su productividad, por su capacidad comparativa de homogenización), el trabajo en términos comparativos de la actividad productiva y de apropiación monopolista (sobre-trabajo) que captura la actividad productiva en sí, y la moneda que permite la apropiación monopolística de los medios de comparación por intermedio del impuesto, constituyen la formula trinitaria de la apropiación que descansa en los procesos de comparación, homogenización e igualación de todo lo contenido en un espacio. Desde esta perspectiva la captura es el acto de apropiación del lucro, sobre-trabajo y sobre-producto. La redundancia y resonancia son expresiones de un proceso de homogenización. De aquí surge el ritmo, la cadencia y la duración del Estado, con lo cual, la violencia y la guerra surgen del mismo proceso de apropiación como mecanismo de captura y de conservación del mismo. 

 En función de lo expresado anteriormente se evidencia una relación entre intercambio, apropiación y violencia, donde la mediación, es decir, la apropiación y por consiguiente la acumulación determina las formas de esa violencia. La guerra, a partir del Estado se expresa en la criminalización, la función policial y la realización de lo que se denomina guerra limitada y total dentro de una particular organización mundial consagrada en Westfalia en el año 1648. Estos planteamientos evidencian de modo genérico la presencia del al menos dos nociones de lo que se entiende por guerra: en primer lugar, una asociada con la antimateria que tiene su origen en el Estado y, en segundo lugar, otra que busca acabar con ese estado. Así como se ha reconocido que las nociones de guerra y trabajo están relacionadas y se rigen bajo una particular visión del espacio-tiempo que dan sentido al mismo Estado y la guerra, hay que tener presente que Negri (2006/2008) ha desarrollado el concepto de trabajo inmaterial que está subordinado a nuevos modelos de acumulación y aprovechamiento que se caracterizan por la incapacidad de ser medido así como sus excedentes debido a que no se puede determinar el tiempo de la producción y por consiguiente su valor. Esta noción del trabajo inmaterial coloca el concepto de guerra bajo otra perspectiva ontológica, es decir, en lo que se ha denominado aquí información. El trabajo inmaterial utiliza la información para dar forma a algo que eventualmente puede ser también la guerra, en consecuencia, la guerra puede ser entendida desde la perspectiva material e inmaterial usando al efecto una misma unidad de materia y energía. La guerra entendida desde la perspectiva material es según Negri un mecanismo de corrección del sistema capitalista global para su auto conservación. Por otra parte, la guerra entendida desde el enfoque inmaterial sería consecuencia del proceso de evolución de la estructura de producción que tiende a evidenciarse mediante el control de todos los aspectos de la vida (biopolítica) y mediante a la resistencia a ese acto intencional. Esta forma de guerra, desde la perspectiva inmaterial se manifiesta en el terror expresado en la manipulación de la conciencia. De esta afirmación se confirma que la guerra es entendida como estado y acto. Como estado se observa en los regímenes de violencia relacionados con el crimen y la policía, y como acto en las dos visiones de cómo ha sido entendida la Máquina de Guerra. 

 Retomando la tesis de Wesson, la guerra es una forma en que se presentaría la materia (y la antimateria). El problema sería eliminar las manifestaciones de la antimateria, en otras palabras, lo contrario a la naturaleza. Ello no significa que la violencia desaparecería debido a que la capacidad destructiva de la naturaleza permanecería, pero permitiría la comprensión de la violencia a partir del espacio-tiempo y no como un fenómeno que acaece a partir de una abstracción en un espacio y un tiempo determinado con un propósito específico. En otras palabras, la naturaleza, en tanto que un ente que se crea, se conserva y se destruye a sí misma pasa a adquirir su propia dinámica y no sería afectada por la violencia producida a partir de una abstracción provocada por representaciones o eventos provocados por otros eventos (el hombre). Es decir, toda representación de energía y materia para la conservación de un evento en particular se podría denominar en principio violencia, que se manifiesta mediante el trabajo y la guerra. Consecuentemente, la violencia es expresión de la naturaleza y esta se manifiesta de forma armónica en todo lo que contiene en un espacio-tiempo universal. La guerra es una representación de la naturaleza que se manifiesta en un espacio y un tiempo determinado por una entidad abstracta; causa y efecto de un evento que busca la conservación de esa abstracción que es el Estado.

 Desde esta perspectiva, el régimen de violencia que es armónico con Physis es la lucha. Según DyG este es un régimen de violencia primitiva. La categoría de primitivo según estos autores, obedece a que, siguiendo a Clastres, se oponen al Estado . De acuerdo con la Real Academia Española, lucha se deriva del latín lucta y es esencialmente: una pelea, combate, contienda, disputa, oposición, rivalidad u hostilidad entre contrarios que tratan de imponerse el uno al otro, y el esfuerzo que se hace para resistir a una fuerza hostil o a una tentación, para subsistir o para alcanzar algún objetivo. Como se observa, lucha proviene de la acción que se hace en si, para evitar algo y la acción consecuente de ese esfuerzo. La lucha donde concurren muchas singularidades con un mismo propósito se convierte en una lucha en gran escala. El proceso de articulación y la articulación en si, es lo que DyG denominan Máquina de Guerra que en el Estado se manifiesta en su jerquización e institucionalización de fuerzas armadas permanentes. Desde esta perspectiva, la lucha es el medio original de oposición del hombre al propósito del Estado de imponérsele. En ella esta presente el esfuerzo (es decir, la energía necesaria para la oposición y la materia que de ella deriva), la intencionalidad derivada del conocimiento de la amenaza (información) y el propósito de auto-conservación. La materia, es lo que da sentido a la liberación de energía para la subsistencia usando para ello la información. La expresión “lucha” difiere de la expresión “resistencia” en la actitud frente a la rivalidad u oposición. Este concepto es equiparable a lo que Grocio (1625/1925) y Foucault (2000) denominaron “guerras privadas” y permite retomar una posibilidad de hacer en la política en un contexto donde el derecho interno e internacional impuesto por el Estado está en crisis por las actuales tendencias globalizadoras y cosmopolitas. La lucha es expresión de la conciencia humana en su esfuerzo de preservar sus vivencias. En otras palabras, la maniobra está en recuperar nuestro propio tiempo ha expensas del Estado a fin de establecer una nueva forma de organización política basada en la cosa publica, res-publica. La lucha se manifiesta en la energía que se libera de la materia, como materia en sí y como meta-materia, es decir, otra forma como se podría denominar a la información. La lucha realizada por un conjunto de singularidades que persiguen un mismo propósito constituye un cuerpo. La desarmonía se produce cuando un evento rompe el ciclo de la naturaleza porque constituye una amenaza al todo mismo. El Estado en este contexto en su propósito de auto-conservarse y las acciones que lleva a cabo para ello constituyen una manifestación de esta tendencia agravada aún por el proceso que está llevando a la constitución de un nuevo Estado global o mundial. Por ello vamos a examinar ahora el espacio-tiempo y el Estado 

 2.- El espacio-tiempo y el Estado. 

 El Estado en tanto que evento es, en principio, una entidad política que contiene un conjunto de eventos que progresan a un ritmo y cadencia determinado en un espacio y un tiempo establecido bajo una unidad de trabajo también determinada. Al ser este producto de una auto representación, el propósito de conservación ha constituido en sí mismo un fenómeno desarmónico con la naturaleza. En esta desarmonía es que se evidencia el estado de guerra debido no al acto de oposición en si sino al acto de subsistir a pesar de la contrariedad que se trata de mantener permanentemente. La duración es la clave. El Estado en consecuencia es destrucción. Destrucción para durar. Esto es una contradicción cuya mayor manifestación se ha observado con la crisis financiera que afecta directamente a varios países del mundo y por el fracaso de las cumbres realizadas para tratar de establecer un acuerdo que reduzca el deterioro ambiental. El estado de guerra se caracteriza por poseer una estructura de auto-conservación o de subsistencia que se enmarca dentro del espacio-tiempo pero que se manifiesta en los hombres en un espacio y un tiempo diferente. ¿Cómo acontece esto? Esto sucede de acuerdo con la característica de cada Estado en lo concerniente a su estructura de apropiación de los modos de producción. Es decir, el Estado en tanto que estado es una estructura basada en la división internacional del trabajo y en consecuencia, éste y todos los Estados, en general, han pasado a ser entidades sujetadas que a su vez sujetan los eventos (incluyendo al hombre) produciendo un proceso de homogenización no sólo en función de cada Estado en sí, también de las relaciones con otros Estados. Por ello diversos autores han hablado de Estado Mundial o poder global segmentado. 

En este contexto, el hombre ha quedado cada vez más sujetado por una entidad que actúa en un espacio y un tiempo diferente, es decir, espacio de la producción y tiempo espacializado, o dicho de otra manera, tiempo medido a partir del espacio tal como ha indicado Schmitt (2005) en su obra “El nomos de la tierra…” . En estas circunstancias sólo queda el tiempo que no está sujeto a una unidad de medida y por ello es que Heidegger pudo afirmar que el ser es el tiempo, en la medida en que el evento representado por la unión de ese Ser con la humanidad le da conciencia de sí mismo permitiéndole con ello actuar con autenticidad y responsabilidad. El problema que se presenta para el Estado, se encuentra en la dificultad que ha presentado este sujetamiento. Por ello se ha afirmado que hoy día éste se encuentra en movilización permanente (Blanco, 2009) y explica el por qué HyN (2004) pueden afirmar la excepcionalidad actual del Estado y el estado de guerra permanente y global cuyos actos persiguen la auto-conservación, pero, a través de la destrucción. ¿Por qué y cómo se manifiesta esta movilización permanente? La movilización permanente es el mecanismo que tiene el Estado para asegurar hoy día su existencia frente a la ocurrencia de varias circunstancias determinadas por la necesidad de mantener el global mediante un mecanismo de reestructuración permanente: • La acción de factores externos relacionados con la existencia de otros Estados que procuran también la auto-conservación, • La acción de factores internos que se manifiestan en resistencia y eventualmente en lucha frente a una situación desventajosa y oprobiosa. Desde el punto de vista externo, más allá de los conflictos presentes en Irak, Libia, Siria, Afganistán/Pakistán, Palestina, Somalia, por citar algunos ejemplos, la movilización del Estado se evidencia, además de la acumulación de armas de destrucción masiva, en su esfuerzo por mantener el status de la apropiación de los modos de producción o por tener un grado aceptable de control en otros espacios más allá de lo que ha estado normado por la comunidad internacional. Ello se evidencia en los espacios marítimos y aeroespaciales y en la Antártica. En los espacios marítimos se observa en el esfuerzo que están realizando, además de las tradicionales potencias marítimas, países como China, Rusia, Japón e India para desarrollar sus respectivas capacidades militares navales para operar en el Alta Mar y otros escenarios geográficos (Blair y Lieberthal, 2007). Desde el punto de vista aeroespacial, este hecho se observó en los esfuerzos que están haciendo varios Estados para llevar la guerra o al menos la disuasión estratégica al espacio ultraterrestre. 

En relación con las armas de destrucción masiva, la actual disposición de medios de esa naturaleza por parte de un creciente número de Estados evidencia la creencia de los países que éste es el único instrumento que permite asegurar no sólo su capacidad de apropiación, sino la apropiación en si misma frente a los otros Estados. Esta situación ha sido una fuente de inestabilidad de la actual organización internacional debido al interés de unos países en alcanzar el mismo nivel de seguridad que las potencias nucleares con instrumentos de destrucción que sean más o menos equiparables. Al respecto C. Mouffe (2007) afirmó que para preservar este statu quo, lo deseable seria que la actual organización internacional tendiera a una estructura oligarquica de decisiones y poder a escala mundial (estructura multipolar) similar al orden intenacional que prevaleció desde 1648 hasta 1945 (orden westfaliano) mediante la institucionalización de lo que denominó consenso conflictual, es decir, “consenso sobre valores éticos políticos de la libertad e igualdad para todos y disenso sobre su interpretación” . El problema de esta propuesta ha sido la dificultad en alcanzar este consenso a escala global. En lo que concierne a lo interno de los Estados, a nivel global ya no hay diferencias sustanciales entre los mismos. En general, todos sin excepción son diques de contención a la asertividad de sus poblaciones por lo que se han visto obligados a instrumentar medidas tendentes a asegurar un cierto grado de control que le permita autoconservarse. Esta circunstancia permite afirmar que el Estado para sostenerse necesita consumir una gran cantidad de recursos y la forma de lograrlo es separando aún más el tempo medido y el espacio de todos los eventos que en este acontecen. La causa de esta asertividad según M. Klare (2009) ha sido la ansiedad por el futuro en un contexto de recursos escasos, es decir, la supresión continuada o acelerada del medio ambiente dentro de un contexto de terror y producción. Como se observa, está subyacente la excepcionalidad que se produce en un espacio y un tiempo determinado por la necesidad de preservar las relaciones de producción. 

En esas circunstancias, lo que se denomina normalidad (o paz) es la existencia misma a expensa de todo lo que el Estado contiene. Ese es una forma pesimista en que se presenta el estado de guerra. Los Estados tienen mecanismos normativos para decretar la movilización con miras a enfrentar la excepcionalidad, pero esta ha sido entendida tradicionalmente como las medidas tendentes para asegurar la defensa del Estado en el campo militar. Esta visión presupone una amenaza al Estado, no obstante, si Estado es estado de guerra, una movilización en el sentido clásico del término se entiende como una respuesta a la amenaza a la propiedad en el Estado. Esta fue las características de las guerras acaecidas hasta la primera mitad del siglo XX y explica los esfuerzos de conservación, ocupación, apropiación o control de nuevos espacios en la actualidad . Hoy día las amenazas a un Estado pueden tener su origen en muy diversas fuentes como aconteció con la paralización de la flota mercante petrolera venezolana en diciembre del año 2002 (Blanco, 2004:320) o con el proceso de desestabilización política que sufrió el país desde el año 2002 al 2004. Ello explica el desarrollo en Venezuela de un concepto de defensa integral, una defensa que va más allá de lo meramente militar y presupone la acción deliberada de otras entidades en otros campos del quehacer político que no necesariamente tienen que ver con lo militar y presuponen la posibilidad de movilizar al Estado más allá de lo meramente militar. De este concepto se desprende que hay una defensa militar y una defensa no-militar en el sentido clásico del término, pero en el entendido que esta defensa es el efecto de un acto deliberado para disminuir la capacidad de maniobra del Estado en su quehacer político por intermedio del empleo de otras formas que anteriormente no eran consideradas como militares, tal como lo han expresado Qiao y Wang unos años atrás (1999:273) . 

En el caso especifico venezolano, la movilización nacional ha tenido dos ejes: generar solidaridad orgánica nacional a partir de la estructura de producción y reproducción de la vida material como un acto de defensa, para crear a su vez condiciones para la defensa, y desarrollar una estructura e infraestructura de producción y reproducción bajo otro modelo de desarrollo económico, en parte comunal, que busque la inclusión de toda la población. En consecuencia, la movilización ha sido entendida como un acto que persigue al final de cuentas hacer retornar una situación a un estado que sea tolerable o crear otra situación que sea cónsona con las circunstancias políticas existentes, por lo que en la práctica los Estados están construyendo en todo momento una normalidad a partir una estructura preexistente basada en un proceso constante de destrucción por la naturaleza misma del Estado. Consecuentemente, en Venezuela se pudiera afirmar que se está intentó construir un Estado a partir de una abstracción y su fracaso en lograrlo ha sido declarado recientemente por el propio presidente de la república. En la abstracción como aquí se está afirmando es donde se evidencia la separación del tiempo y el espacio de una particular visión del mundo que está tendiendo a universalizarse y que no difiere de la visión del mundo que ha imperado desde las últimas décadas.

 Esta visión del mundo acontece en el mismo espacio-tiempo, pero, al margen del espacio-tiempo de la naturaleza que todo contiene. Ahora bien, la guerra desde el Estado ha adquirido la forma de guerra limitada, guerra general y total, organización mundial, etc. Sobre esta categorización se puede afirmar que las nociones de tiempo y espacio están presentes así como también las capacidades desplegadas y la amplitud de los ámbitos donde va a ser aplicado el esfuerzo para doblegar la voluntad del adversario. Sobre la organización mundial es conveniente hacer mención de cómo se manifiesta la acción de los Estados en la estructura internacional. Ésta se manifiesta en las limitaciones que se le imponen a los Estados para evitar que desarrollen capacidades militares que puedan afectar la estructura de producción existente, o mejor dicho el statu quo en sí, como ha acontecido con los diversos tratados de limitación de armas navales y de no proliferación de armas nucleares o armas de destrucción masiva que se realizaron a todo lo largo del siglo XX. La causa de esta afirmación obedece a que el tiempo y el espacio, así como el espacio-tiempo de cada Estado a su vez ha sido diferente en cada caso. Por ello es que ha sido fácil la inclusión de conceptos tales como desarrollo, subdesarrollo, sociedades dependientes, etc. 

 De igual manera, la estructura de la organización internacional como extensión de la estructura de producción e intercambios a escala global, indica, en cierta forma, la naturaleza de los correctivos, es decir, del tipo de guerra a ser aplicada, con lo cual, la estructura, como efecto de la existencia de una comunidad de Estados muestra la naturaleza del estado de guerra y de las acciones guerreras llevadas a cabo para que esta mantenga sus caracteres actuales. Teniendo presente lo antes mencionado, la organización mundial indica la existencia de un estado de guerra que ha permanecido en el espacio-tiempo y utiliza la guerra como instrumento en un espacio y un tiempo específico para hacer los ajustes convenientes para mantener un evento en particular por un tiempo indefinido. La organización mundial, a pesar de ser expresión de un estado de guerra permanente para sí, es decir, en función de la estructura de la producción mundial, también está en guerra para incluir en esa misma estructura a todos los Estados con lo cual la espacialidad es por ende definida y limitada en función también del tipo de guerra a ser aplicado a pesar de que su propósito sea mundial. Un ejemplo de ello es la actual guerra en Afganistán . Teniendo presente lo antes indicado se puede afirmar que hay dos tipos de conflictos que afectan de manera vertical y horizontal a la actual estructura del Estado llamese tradicional (Estado-nación) o imperial (Imperio). El conflicto vertical parte del incremento de los conflictos sociales y el horizontal de la relación entre Estados cuyo fin es generar una homogeneidad global. Los conflictos sociales a su vez parten de la asertividad de la población, en general, y su disposición para el cambio en sí y los tipos de guerra aquí mencionados son consecuencia de la intención en cada caso en particular de mantener o de incluir en un espacio de producción a una comunidad determinada. En relación con los conflictos sociales hay que tener presente que estos parten del deseo de no ser incluidos en un tiempo virtual, el tiempo de la producción en un espacio específico. 

Con respecto a los tipos de guerra a ser instrumentados hay que considerar que estos parten del interés en delimitar aún más el tiempo y el espacio. El juego desde el punto de vista instrumental es el juego con el tiempo y con el espacio para la obtención de fines de cualquier naturaleza sobre todo cuando se está observando que a pesar de la ocurrencia de cambios políticos, la Máquina de Guerra de algunos Estados se comporta no en relación con los poseedores de los modos de producción a nivel local, sino en función de los intereses globales. Por ello se hace necesario entender el funcionamiento de la Maquina de Guerra del Estado en la guerra en el mundo de hoy. 

3.- El espacio-tiempo en la guerra. 

 En vista que la guerra es una representación de una representación que realiza una entidad que ha sido denominada Estado (Blanco, 2007), la guerra como acto en sí misma es una reproducción de lo que el Estado es en sí mismo en concordancia con los regímenes de violencia descritos por DyG. Como el sino del Estado está determinado hoy en día por el advenimiento de lo que ambos autores denominaron sociedad de control, este hecho está presente en lo que hoy se denomina espacio de combate, favoreciendo la determinación de normas que eventualmente determinan quién está dentro o no de ese espacio para su supresión u aniquilación de toda forma organizada de combate. Por ello es que se habla de control, puesto que ninguna acción militar por si misma sería capaz de acabar hoy en día con la oposición aún a pesar del empleo de armas de destrucción masiva de manera dosificada. Por ello se ha buscado, en consecuencia, su minimización y posterior criminalización, entendida esta como una forma de control. En consecuencia, la guerra a pesar de ser la esencia misma del Estado, de alguna manera mantiene su carácter utilitario. El ritmo, cadencia y duración de un acto de guerra está condicionado hoy en día a la posibilidad de controlar el espacio donde se pretende (o permite) actuar desde el punto de vista físico, pero si se tiene presente la gran cantidad de medios que deben ser desplegados en un espacio específico, el esfuerzo que se requiere para liberar la energía necesaria que permita la obtención de un objetivo en la guerra que permita a su vez obtener el objetivo de la guerra es limitado. Como este esfuerzo para desplegar medios requiere de la capacidad de producción y reproducción, y de otras consideraciones de orden político, lo que hoy día ha perseguido el Estado ha sido la rentabilidad del despliegue buscando con ello actuar de manera preventiva. Ello explica el desarrollo de capacidades a escala mundial gracias a las facilidades que permite la tecnología bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo. 

 Partiendo de esta premisa se presenta una gran asimetría en la disposición por parte de los Estados de Maquinas de Guerra idóneas para satisfacer las necesidades de su seguridad, pero más allá de ello lo que es importante destacar es el paradigma que sostiene esa forma de entender la guerra. Sloterdijk expresó que ello obedecía a una paranoia que había convertido en realidad algo imaginario, pero como las formas de hacer la guerra han sido estandarizadas, las Maquinas de Guerra de cada Estado, en general, se caracterizan por su similaridad para alcanzar un objetivo. La diferencia está dada en el modo en que pueden manejar el tiempo y el espacio en función de la relación materia y energía que pueden desplegar para obtener un fin político determinado por la necesidad de destruir para mantener un evento particular en unas condiciones relacionadas con la atemporalidad y el mantenimiento de un orden específico. La liberación de energía está condicionada por la combinación de movimiento y armas de proyección y su propósito es destruir o dislocar la organización para el combate del adversario. De ahí expresiones como guerra de movimiento o guerra relámpago (blitzkrieg). Contrapuesto a estas formas de hacer la guerra está la denominada guerra de posiciones que no corresponde a la intencionalidad de los hacedores de la guerra en mantener ésta de forma indefinida, sino es el efecto de las limitaciones en la combinación del movimiento y la liberación de energía necesaria para la destrucción y por consiguiente la obtención de un objetivo político. Por este motivo es que se han desarrollado armas para suprimir (o modificar) el medio ambiente del enemigo con el objetivo, al final de cuentas, de recuperar la movilidad y en general, la rentabilidad en hacer la guerra.  

Ahora bien, si la denominada guerra de posiciones es efecto de una incapacidad, habría que entender ésta desde la incapacidad misma, es decir, si el Estado, en tanto que estado de guerra es incapaz de liberar la energía necesaria para mantener su condición política en un espacio y tiempo determinado. La guerra de posiciones se corresponde con la naturaleza misma del Estado sobre todo si se tiene presente la actual organización internacional. La consecuencia de esta situación ha sido el desarrollo de armas de proyección mucho más sofisticadas que pueden ser lanzadas desde los mismos Estados o de los espacios no ocupados que aún quedan como el mar, el espacio aéreo, el espacio ultraterrestre y el espacio virtual o de las ondas. El concepto de espacio de combate, en cierta forma ha unificado esos espacios, pero los ha hecho en función de la tecnología existente, con lo cual se puede afirmar que ha sido producto de una abstracción, una abstracción que ha mantenido separado el tiempo y el espacio, éste último delimitado, para conseguir un objetivo en un tiempo limitado. El territorio en este sentido es el espacio del Estado en concordancia con Schmitt (2005), esto es, del estado de guerra. Desde esta perspectiva, se puede afirmar, de acuerdo con DyG, la existencia de una relación entre producción y guerra que abarca también los espacios marítimos adyacentes al territorio. En este espacio la liberación de energía es producto de la relación aparato de captura-producción y régimen de violencia que se produce en un tiempo que pretende ser indeterminado aunque se realiza en un territorio determinado. Esta oposición del espacio y del tiempo ha sido relativa debido a que la guerra revolucionaria surgió como una respuesta al manejo del tiempo (rapidez) sobre todo en lo que se conoció como la teoría de la guerra prolongada. Sin embargo, si se tiene en cuenta que este tiempo es un tiempo espacializado, el tiempo de la guerra prolongada ha sido racionalizado y considerado un producto marginal en relación con un espacio dado, por lo que el propósito ha pasado a ser no el dominio sino el control del espacio para facilitar la obtención de fines relacionados con la producción. 

Consecuentemente, no hay oposición en relación con el espacio, sino entre el tiempo espacializado, que tiene relación directa con el espacio en si, y el tiempo metafísico o el tiempo de las vivencias que es la característica fundamental de un evento, el ser humano, en el espacio-tiempo. Por ello, la guerra hoy día se realiza no desde un territorio concreto sino en aquellos espacios donde se puede ejercer control de manera eficaz. Estos espacios donde hoy día se ejerce el control son aquellos donde el hombre sólo puede estar por intermedio de plataformas adecuadas a tal fin . Estos espacios donde no es posible que el hombre pueda estar a no ser que emplee otros medios para hacer presencia son denominados aquí espacios abstractos. En la práctica son espacios parcialmente estratificados (metrificados), es decir, donde el hombre sólo puede estar en la medida en que crea y utiliza un sistema de referencias. Estos espacios comprenden el mar, el aire, el espacio ultraterrestre y la mente. La particularidad de estos espacios es que podrían permitir, con la excepción de la mente, la realización de una producción material. Ahora desde todos se puede producir de manera inmaterial. La guerra es un estado que tiene un origen en el plano de la conciencia, con lo cual se puede afirmar que este estado se representa en los proceso de territorialización o estratificación de la tierra, entendida esta como un espacio liso. Es guerra la oposición a la estratificación absoluta de la conciencia. Desde los espacios abstractos se materializa mediante la estratificación del mismo por intermedio de la implantación de regímenes de violencia. Éste espacio abstracto es el espacio de combate. El espacio abstracto es un espacio de producción inmaterial. La producción inmaterial a pesar de su naturaleza puede tener también un efecto material, así pues desde el punto de vista inmaterial, la expresión de la guerra se evidencia en el terrorismo (que contiene la posibilidad de destrucción y la supresión) y desde el punto de vista material en la destrucción propiamente dicha. Esta destrucción se hace efectiva en un espacio de combate. 

 El espacio de combate es la expresión de la delimitación de un espacio, donde en un tiempo determinado se va a liberar la cantidad de energía necesaria para provocar un cambio de circunstancias que facilite la obtención de un fin político mediante la destrucción o la amenaza de destrucción de toda forma organizada de combate implicando con ello la posibilidad de destrucción del espacio que la contiene. Como el Estado es en sí mismo la representación de una guerra de posiciones, el espacio de combate es un intento de reproducción del Estado en una escala que se estime controlable en los espacios abstractos y eventualmente en un territorio a ser re-estratificado. Pero este proceso se produce de manera recíproca debido en primer lugar a los incrementos de las escalas de violencia del Estado para conservarse. Por ello es que hoy día la Maquina de Guerra del Estado está haciendo cada vez más presencia dentro del mismo Estado para asegurar su supervivencia convirtiendo al Estado mismo en un espacio de combate. Y en segundo lugar, al incremento de los mecanismos de control para contener flujos que operan desde el exterior que puedan desestabilizarlo. Consecuentemente, para recrear este espacio se requiere de un espacio de maniobra. Al respecto, los espacios de maniobra que existen para lograr objetivos en la guerra son aquellos a partir del cual el hombre sólo puede estar por intermedio de dispositivos tecnológicos, es decir, el espacio marítimo, el espacio aéreo, el espacio ultraterrestre y la mente. La maniobra se realiza en esos ambientes físicos y metafísicos. En el espacio físico se hace la guerra mediante la combinación de la presencia y la permanencia en un espacio de combate. En el espacio metafísico, es decir, la mente se hace la guerra usando a la información como causa, medio y fin, para disciplinar y/o controlar. Si se tiene presente que la guerra es una representación, la conciencia es el primer espacio de combate que actúa y responde en función de los medios existentes. A partir de esta afirmación se tiene que el espacio de maniobra de la Maquina de Guerra es el mundo todo. Pero este mundo construido a partir de la conciencia sólo se sostiene a partir de un sistema de referencias y de medidas donde la comparación hace el juego entre el más y el menos. Ello comporta un inconveniente que facilita la maniobra: la referencialidad está en las ciencias naturales. Las ciencias necesitan un sistema de referencias que facilite la demostración y el pronóstico. Una falla en los postulados supone una falla en los resultados. En la conciencia está el filosofar y este es posible mediante la realización de conceptos. La vulnerabilidad del concepto es la consistencia, pero al ser el concepto un devenir, este puede ser modificado, desechado o mejorado. El otro aspecto a destacar es que siendo el mundo el espacio de maniobras, no es aplicable la separación racional entre combatientes y no combatientes con lo cual se puede afirmar también la unidad existente entre el estado y el acto de guerra y la guerra limitada y total, y en consecuencia la unidad entre el conflicto social generado por la estructura de producción y las guerras realizadas para aplicar correctivos a las situaciones de crisis del sistema capitalista. La manifestación más notoria en lo que respecta a la comparación es el empleo de la expresión “asimetría” desarrollado e instrumentado por Estados Unidos luego del colapso de la Unión Soviética para indicar la situación hegemónica militar de ese país frente a los demás Estados. La expresión “asimetría” resulta pertinente en relación con aquellos espacios geográficos que requieren de dispositivos tecnológicos para hacer una presencia continuada y para a partir de allí liberar la energía e información necesaria en un espacio y un tiempo determinado para alcanzar un objetivo político. Pero no ha podido dar respuestas suficientes cuando se ha tenido que aplicar la fuerza militar a conglomerados políticos que se rigen bajo otra visión del mundo en el plano metafísico como se evidenció en Irak y está aconteciendo en Afganistán. 

 La asimetría, en tanto que concepto es una unidad de medida que parte del presupuesto de la naturaleza invariante de los Estados y del espacio de combate donde se va a aplicar la fuerza militar. De igual forma, este concepto puede partir del presupuesto de una misma circunstancia invariante del Estado para crear (variantes) circunstancias que permitan alcanzar un objetivo político. Desde esta perspectiva, el Estado constituye el plano de referencia inserto a su vez en otro sistema de referencias como el que representa hoy en día la organización internacional. Como la organización internacional está estructurada en función de un espacio de producción global, las entidades que poseen el control de los modos de producción ejercen o tratan de ejercer también el control de los espacios abstractos y de las entidades políticas cuya constitución está basada en el territorio, pero este control lo tratan de instrumentar a partir de los espacios abstractos . Teniendo presente lo antes afirmado, los Estados al estar empeñados hoy día en una guerra de posiciones que se manifiesta en los campos sociales, financieros, comerciales, ambientales, jurídicos, aduanales, fronterizo, etc., su objeto hacia adentro es la contención mediante la aplicación de la violencia para llevar a la población a un estado de disciplina y/o control, y hacia afuera, además de preservar la estructura de producción que indica de suyo la aceptación del orden está intentado actuar como un dique para mantener ciertos grados de estanqueidad frente a lo que considera nocivo para su existencia. En relación con la apropiación, la viabilidad de un Estado está limitada a una finalidad específica determinada por la relación del territorio con la producción global. Un ejemplo de ello acontece en Irak y Libia en relación con el control estadounidense de las fuentes de energía proveniente de combustibles fósiles y en Colombia, en lo que respecta al interés estadounidense por controlar el negocio del narcotráfico. 

 Originalmente se afirmó que el Estado era un evento creado por otro evento en un espacio-tiempo determinado, pero el Estado en sí mismo es el efecto de la pretensión de controlar un espacio en un tiempo indeterminado y esta pretensión se tradujo en un acto de separación en función de las características de la producción. La separación es en sí misma un acto de guerra porque está en discordancia con el espacio-tiempo universal y en consecuencia se comporta como anti-materia. Esta separación que es en sí una limitación, determina también la existencia del Estado en sí mismo por sus propias causas, es decir, mientras más intenta conservarse, más lo hace a expensas de todo lo demás y eso es lo que determina su existencia. Con ello se puede afirmar que existen dos momentos de destrucción continuados: uno producido hacia adentro mientras el Estado existe como tal, agravado cuando el Estado mismo utiliza la guerra como un instrumento de la política y otro hacia afuera para tratar de conservarse frente a las fuerzas políticas externas que operan contra dicho orden en menor escala. Pero, como el Estado hoy día se encuentra sometido a una serie de fuerzas que han hecho que utilice todos los medios disponibles para asegurar su supervivencia, se ha producido un solapamiento de esos dos momentos. El asunto ahora es tratar de explicar cómo se produce ese proceso de autodestrucción del Estado a partir de esta separación del espacio y el tiempo. 

 4.- El Espacio y el Tiempo y el Estado. 

 Deleuze y Guattari, como ya se mencionó, expresaron que entre los regímenes de violencia existentes por parte del Estado estaban la criminalización y la policía. En relación con la criminalización, el avance de la legislación internacional y su consecuente proceso de estandarización está haciendo que el mundo se rija de acuerdo con unos mismos patrones de racionalidad, pero no acontece de la misma forma con la función policial que depende del poder de cada Estado para ejercer el dominio o el control en un espacio geográfico determinado. Esta circunstancia está haciendo que la misma organización internacional, en función de la asimetría en las capacidades de sus miembros, esté abrogándose funciones policiales de los propios Estados que anteriormente eran consideradas como guerra. Estas funciones tienen dos ambientes: el espacio geográfico de los Estados y los espacios abstractos. El espacio geográfico de los Estados abarca el espacio terrestre, marítimo, aéreo y espacial. Estos tres últimos son espacios de transición en relación con los espacios abstractos en la medida que no han sido integrados completamente al sistema de producción global. Es de transición debido a que la soberanía del Estado disminuye a medida que se aleja del núcleo central del territorio. Esta disminución está basada en parte por criterios de legitimidad y legalidad y está basada también en la capacidad del mismo Estado de ejercer dominio o control en relación con si mismo y con otras entidades. La integración al sistema de producción global puede provenir desde el Estado o desde afuera del mismo y de ello eventualmente parten las consideraciones sobre los medios de defensa . La capacidad militar de un Estado es la que determina su capacidad de maniobra frente a la estructura de producción internacional debido a que ésta se deriva de la misma estructura de producción y apropiación . Ello explica las restricciones que tienen muchos países para adquirir o desarrollar, de manera general, armamentos de cualquier naturaleza. La capacidad militar desde el punto de vista inmaterial se evidencia bajo el criterio de que la información es poder, es decir, mediante la relación comando, control, comunicaciones, inteligencia e informática. Es por ello que desde finales del siglo XX se hizo común la denominación de guerra de comando y control hasta su posterior evolución en lo que se ha conocido como Revolución en los Asuntos Militares (RAM) y guerra asimétrica. La importancia de esta acotación es que, en primer lugar, la guerra podría ser entendida desde la perspectiva de la información como un acto-estado donde la información es medio, presentándose las interacciones bélicas como un proceso dialéctico de uso y negación de uso de la misma. En segundo lugar, hay que tener presente que HyN están proponiendo que a partir de los cambios de las relaciones de producción, enmarcadas en lo que han denominado trabajo inmaterial, adecuar estas nuevas formas para la producción de nuevas formas de hacer daño que puedan ser consideradas como guerra. Ello significa que la producción inmaterial podría ser entendida por si misma como un acto de guerra o como un medio para hacer la guerra. Desde el punto de vista de la producción inmaterial HyN indican un concepto de maniobra, es decir, el vaciamiento de la estructura de poder. En cierta medida ello significa que el objetivo físico (dentro del ámbito de lo abstracto) es aquello que sustenta al Estado, es decir su legalidad y legitimidad. Eso que hace que la gente acepte puede ser denominado como el sistema de referencia del Estado. Pero, el modo de acción que HyN están proponiendo no es la destrucción, dislocación, perturbación, etc., sino el abandono del mismo mediante la desobediencia. Este vaciamiento en si mismo comporta un riesgo y se explica por la capacidad de adaptación que tiene el sistema que se quiere abandonar. Esta capacidad adaptativa se evidencia en el modo en que el poder ha desarrollado mecanismos más sutiles para disciplinar, controlar e influir sobre los seres humanos para mantener tolerables grados de disciplina y control y mantener las condiciones de apropiación existentes. Por ello es que la conciencia se ha convertido en un campo de batalla en el mundo de hoy. Consecuentemente, la ventaja que se presenta en este nuevo campo de batalla es que la conciencia en tanto que espacio metafísico no puede ser delimitada y frente al tiempo del Estado siempre van a existir vivencias, es decir, otras formas de entender el tiempo, que le hagan frente. En este sentido, al Estado sólo le queda la constricción de la conciencia mediante el establecimiento de patrones de conducta que aseguren su permanencia como una entidad física. Ello explica el terror. La capacidad para operar en espacios abstractos permite afirmar que lo que se está oponiendo en la guerra es una misma noción del tiempo de los Estados en un contexto donde coexiste un sinnúmero de eventos con conciencia, con vivencias que han sido entendidos a partir de la existencia de un tiempo múltiple. El punto de coincidencia de estas nociones del tiempo está en el papel que ha jugado el cristianismo a lo largo de la historia de la humanidad y lo que eso ha significado para los poderes que se han erigido a partir de este sistema de creencias. 

Dicho de otras maneras, el Estado ha jugado en la trascendencia y para la trascendencia, sujetando para ello a los hombres mediante el trabajo y la implantación de un sistema de poderes basados en la aceptación (legitimidad) de ese estado, a pesar de que sus vivencias han sido disminuidas por la actitud que este (el Estado) ha asumido frente a sus circunstancias. La unidad de la vivencia, en lo que se puede denominar tempo de la conciencia, se manifiesta en el ser-ahí que indica la manifestación de un evento en el espacio-tiempo. Entonces reiteramos que como estas nociones del tiempo están en la conciencia, la guerra se manifiesta como un fenómeno físico y como un fenómeno de la conciencia. En tanto que fenómeno físico la guerra se manifiesta como actos de representación de la naturaleza. Como los espacios abstractos se han convertido en espacio de combate, la guerra en si misma se manifiesta como un estado de terror en tanto que fenómeno de la conciencia que coexiste con las vivencias debido al sistema de creencias. Por esta causa el Estado no puede existir sino mediante el terror y ello explica el hecho que la guerra se realice en los espacios abstractos debido a que el desconocimiento de las potencialidades fácticas de una amenaza producen miedo. El terror significa la posibilidad de conservación que sólo es posible mediante una abstracción que trata de imponerse no sólo conceptualmente, sino efectivamente por cualquier medio. Aquí se presenta una paradoja: la imposición efectiva, es decir, material que representa la guerra es sólo posible cuando se doblega la voluntad del afectado, de lo contrario es la muerte. Una voluntad doblegada no es vida, es objetivación que es pagada a un alto precio. Vida es contraria a la no-vida que significa la objetivación. La suma de vivencias en el tiempo de la conciencia es lo recoge Heidegger con una orientación específica hacia la asunción de una postura dirigida hacia la autenticidad y responsabilidad y eso hace frágil al Estado. En este sentido, Sloterdijk (2007) expresó que originalmente “ser Cristiano significaba no dejarse atemorizar por ningún poder del mundo” y ello hizo que el cristianismo en sus orígenes se convirtiera “en una gran escuela de resistencia, de valentía y de fe corporizada” . Por ello, el propósito fundamental del Estado ha sido su subsistencia, subsistencia que persigue alcanzar a expensa de los hombres, los otros Estados y, en muchos casos donde no se há alcanzado todavia la globalización. Por ello, si se tiene presente que el Estado es un aparato de coacción, basta, según Sloterdijk, que sus ovejas comiencen a decir YO para que éste deje de funcionar. Como ya se afirmó, DyG hicieron una categorización de los regímenes de violencia del Estado, pero, si se tiene presente que estos se producen en un territorio que está plenamente reconocido, el asunto en cuestión es cómo se manifiesta esa violencia en función de un tiempo absoluto en un contexto signado por un terror que se manifiesta además por la amenaza de terrorismo. En este sentido, se podrían identificar tres momentos que podrían ser denominados de destrucción: los no perceptibles mediatos, el perceptible inmediato y los medianamente perceptibles. El primero está relacionado con la explotación económica y la alienación, el deterioro ambiental, y la represión ejercida mediante la disciplina y el control con su consecuente secuela de hambre, miseria, desigualdad, etc.; el segundo está referido a la muerte violenta que proviene por cualquier vía; y el tercero está relacionado con las catástrofes naturales o de otra naturaliza provocadas de forma deliberada o fortuita. En términos prácticos todos estos momentos conducen a la muerte, a la soledad y/o al empobrecimento, la diferencia es cómo es visualizada según el tiempo espacializado y la vivencia. 

Esta diferencia entre los momentos o procesos está relacionada con la asunción de la autenticidad, de la responsabilidad desde el punto de vista ético, es decir, mediante la cura, el cuidado de si, en sentido heideggeriano, frente al Estado. Esta cura en parte se ha observado políticamente en asertividad, pero la autoapropiación que es la intención en sí va más allá de esta asertividad y ello podría crear las condiciones de posibilidad de hacer la guerra contra el Estado. El Estado, ha intentado permanecer sobre un espacio absoluto y un tiempo infinito, pero a expensas de todo lo demás, lo que implica a su vez que se está volviendo contra si misma en la medida en que tiene que recurrir a una violencia cada vez más creciente aun a pesar de la asertividad antes mencionada. En función de ello, se puede afirmar que la tendencia apunta a que el Estado va a dar paso a otros eventos, otros cuerpos o formas de organización política. Faltará determinar el costo a pagar para que esto acaezca. La causa de esta afirmación obedece al hecho que los Estados, al parecer, han pasado a ser parte de una Máquina de Guerra global que ha tomado la guerra por objeto y tiene por horizonte el mundo a fin de establecer un nuevo orden político. Esta Máquina de Guerra hoy día está operando por una parte, desde el territorio, desde el mismo momento que se está usando a los aparatos militares de una gran cantidad de países para preservar el orden global a expensas de la comunidad que aglutina cada Estado, y desde el mar, el aire, el espacio ultraterrestre y la conciencia, dentro de un contexto donde la guerra se ha convertido en la forma de hacer política. Por otra parte, la guerra y la estructura que la hace, desde la perspectiva del Estado, parten de un plano de referencia puesto que el objeto final es la preservación u obtención de poder. Este carácter teleológico es una ventaja para un ser que opera desde el tempo de la conciencia debido a que da sentido para hacer y es una desventaja porque esta finalidad es abstracta y cambiable según las circunstancias lo que significa que si no hay unidad de sentido, al parecer, no habría posibilidad de hacer a no ser que ésta posibilidad estuviese cimentada más allá de cualquier sistema de referencias. 

 5.- Espacio-tiempo y Máquina de Guerra. 

 Deleuze y Guattari (2008) expresaron que la Máquina de Guerra se definía a partir de una polaridad caracterizada por una parte por tener la guerra por objeto, y por la otra por tener a la guerra sólo como un objeto sintético y suplementario dirigido contra el Estado y todo lo que éste representaba. Desde ésta perspectiva, habría que entender cómo funciona teleológicamente la Máquina de Guerra del Estado en la actualidad para poder auscultar posibilidades para la reconstitución de esta Máquina de Guerra como un objeto sintético y suplementario como una nueva manera de entender la política. En éste sentido resulta pertinente analizar la tipología de lo militar y su relación con lo político realizada por A. Perlmutter, a partir de la máxima clausewitziana de la guerra en tanto que instrumento de la política. Para Perlmutter (1980), hay tres tipos ideales de militares en relación con el Estado: el profesional, el pretoriano y el revolucionario. La diferencia de estos tres tipos ideales se fundamenta en su grado de politización. Los profesionales según éste autor son unos técnicos y administradores de la violencia y hacen la guerra de acuerdo con los dictámenes de la política, colocando como ejemplo los militares alemanes, estadounidenses, británicos, israelíes, etc. Su tendencia es conservadora. Los pretorianos eran militares que estaban medianamente politizados y eran medianamente profesionales en el sentido que su función principal no sólo estaba orientada al exterior del Estado, sino también al sostenimiento del régimen político. De este tipo colocó como ejemplo los militares de los países iberoamericanos y en general de lo que se denominó en ese entonces Tercer Mundo. Los revolucionarios eran aquellos cuerpos militares altamente politizados y producto de movimientos independentistas exitosos. La tendencia de estos últimos era la burocratización y luego la profesionalización con lo que se puede afirmar en principio que los militares profesionales son militares que dejaron de ser revolucionarios pero no por ello han dejado de estar politizados. 

Los cuerpos militares más eficaces según este autor eran los revolucionarios y los profesionales. La importancia de esta categorización es que los procesos de profesionalización de los cuerpos de militares pretorianos han tendido a seguir los patrones doctrinarios de la potencia militar dominante puesto que como su propósito es sostener el régimen político, estos regímenes operan en función de mantener las relaciones de producción e intercambio. Esta acotación obedece a que, particularmente en América del Sur, a pesar de los cambios políticos que han acontecido en la región, existe un gran vínculo entre las Fuerzas Armadas de la mayoría de los países y la potencia dominante estadounidense. Por ello se puede afirmar, en primer lugar, la existencia de una Maquina de Guerra con tendencia a ser global que se encuentra estratificada en función de un poder que la tiene capturada y de unas alianzas existentes y, en segundo lugar, la Máquina de Guerra global opera al margen del Estado-nacional para el mantenimiento de esa estructura de producción. Existen otras Máquinas de Guerra que se oponen a esta de alcance globalizante, pero están concebidas para la defensa de otros Estados dentro de un contexto de guerra total y organización internacional. En el otro polo que define la Máquina de Guerra sólo se tiene la propuesta de Hardt y Negri de hacer la guerra a la guerra, desde una perspectiva revolucionaria. La primera propuesta es consecuencia del desarrollo de un proceso histórico. La segunda proposición es mucho más compleja debido a que el propio Negri expresó que la finalidad de su propuesta estaba dirigida contra el Estado (2006/2008). Dado que esta situación comporta un riesgo de guerra general de acuerdo con Negri, el problema que se le presenta es cómo la guerra actual puede convertirse en una guerra contra el Estado. Estas dos situaciones implican la necesidad de distinguir entre estado y acto de guerra a pesar de su simultaneidad en un espacio determinado y en un tiempo espacializado debido a que estos eventos ocurren en un espacio-tiempo universal determinado, a su vez, por la duración y la sucesión. 

La necesidad de distinguir lo que es simultaneidad de sucesión se debe a que la simultaneidad permite visualizar el estado y el acto de guerra como un mismo evento en un tiempo dilatado y la sucesión permite visualizar la guerra como eventos diferentes a pesar de su misma naturaleza, es decir, el estado, el acto de guerra y el nuevo estado. La simultaneidad implica desde la perspectiva de Negri la necesidad de acabar con la guerra y la sucesión implica desde el Estado acabar con el acto de guerra a fin de mantener el statu quo. Legitimar el Estado es legitimar la sucesión de eventos a partir del mismo trayendo como consecuencia que los conglomerados de sujetos que aglutina se mantengan como invariantes de una ecuación en un sistema de referencias determinado por la producción. Como esta separación del tiempo y el espacio ha sido legitimada por el poder que rige elorden actual, el fin de la guerra contra el Estado es recuperar y asegurar la vivencia, entendida como una forma de vida ubicada fuera de la sujeción del Estado, desde la singularidad y la multiplicidad como una expresión de una infinidad de eventos que acontecen en el espacio-tiempo. Recuperar la vivencia desde la perspectiva de la singularidad y en una multitud constituiría otra forma de hacer la guerra que produciría un flujo de destrucción que podría acabar con un Estado. la desobediencia es la forma más visible de generar un flujo. Al efecto resulta ilustrativo el Arthasastra, debido a que propone una concepción material de la política para alcanzar el bienestar y la felicidad. Esta concepción materialista se fundamenta en la tierra y su aprovechamiento, sólo posible gracias al cultivo del autocontrol (Kaultiya y Guerrero, 2008). El autocontrol o la restricción de los órganos de los sentidos, que es el fin de las ciencias, es lo que permite el mayor disfrute de la tierra y de lo que de ella se puede extraer. Autocontrol significa “la ausencia de discrepancia en la percepción del sonido, tacto, color, sabor y olor, por intermedio del oído, la piel, los ojos, la lengua y la nariz”, para abandonar “la codicia, la ira, la voracidad, la vanidad, la arrogancia y el alborozo”. La ciencia para los antiguos hindúes era para el mejor aprovechamiento de la tierra debido a que por ese medio nunca se estaría privado de la felicidad entendida esta como la interdependencia de la caridad, la riqueza y los deseos.

 Según el Arthasastra el disfrute en exceso de cualquiera de estos tres propósitos de la vida no sólo hiere a los otros sino a si mismo. La tierra entendida como algo material da fundamentos para la política y para hacer política permitiendo la construcción de un todo a partir de algo concreto evitando con ello la generación de ideas confusas, de acuerdo con Spinoza, un pensador que logró sintetizar el pensamiento de oriente y occidente. Lo material permite construir un mundo evitando la duda que generan las ideas confusas. Por otra parte, la duda puede en un escenario determinado ser un arma. Desde esta perspectiva, la duda podría ser entendida como el medio y el espacio de maniobra para hacer que el sistema de referencias que mueve un poder colapse perdiendo su capacidad adaptativa. La pregunta que se presentaría es cómo funcionaría la duda en función de los regímenes de violencia y destrucción antes mencionado. ¿Por qué la duda? Porque la Máquina de Guerra del Estado hoy día hace la guerra a partir de los espacios abstractos en una plataforma basada en la certeza y para ello establece un objetivo en la guerra claramente delimitado, para ser alcanzado en un tiempo espacializado y en un espacio geográfico determinado. Dentro de un esquema estratégico basado en la generación de dudas, el espacio territorial es relativo y el tiempo es lineal. Al ser el espacio territorial relativo, todo se hace periferia y todo se hace centro. El espacio absoluto es el abstracto. Como este espacio es solo reconocible por el movimiento y el reposo el tiempo está determinado por la duración del movimiento. Si se tiene presente que los componentes de la estrategia son voluntad, interés racionalizado y camino para alcanzar este interés, lo que hace que se de certeza a éste constructo teórico es tener la creencia que se sabe lo que se quiere, que lo que se desea podría suceder a un costo razonable y que el camino para alcanzar lo que se quiere, desea y se está dispuesto a pagar a un costo más o menos determinado es viable. Si se cae alguno de estos presupuestos, la querencia y el deseo se mueven en un tiempo lineal que es finito por la naturaleza misma del constructo. 

Como todo éste proceso se desarrolla en un contexto abstracto que abarca la conciencia y los medios tecnológicos que permiten estar y extenderse, no hay infinitud aún a pesar de que el tiempo-espacio del evento Estado sea superior al evento hombre. En lo lineal no hay infinitud porque esta sujeto a un sistema de referencias. La infinitud se alcanza en la no-linealidad y el hombre puede alcanzarla en un solo momento. Generar duda, en este contexto es crear (y operar) sobre en un espacio-tiempo para generar nuevos problemas. En este caso el único régimen de violencia aplicable al Estado es la lucha y ello seria una paradoja para el mismo Estado. Dicho de otra manera, en el alto nivel del Estado, seria romper la interrelación existente entre el estado de propiedad y apropiación y su aparato de captura. 

 Los regímenes de violencia y de destrucción se sustentan en la certeza, es decir, se fundamentan en que la representación de la naturaleza se desarrolla bajo una concepción lineal de un tiempo de carácter finito y controlado, es decir, predecible, por consiguiente, el campo de acción para la reconstitución de una nueva Maquina de Guerra no es el de la certeza, sino el de la duda que tiene implicaciones diferentes de acuerdo con la naturaleza del espacio, es decir, el régimen de violencia del Estado en el territorio a partir de la duda es la represión que al final de cuentas es una forma de lucha que legitima la lucha. La legitimación viene dada desde la perspectiva del que se defiende y de la perspectiva de la no existencia de normas relacionadas. De ahí el paramilitarismo, usado éste para reprimir fuera de todo convencionalismo . La particularidad de estos neo-mercenarios es que a pesar de que su actitud es la de intentar sobrevivir al combate para disfrutar de los beneficios de la lucha, se encuentran hoy en día en una posición más expuesta debido a que desde el punto de vista espacial operan en el territorio del enemigo y desde el punto de vista de los espacios abstractos están fuera de las normas existentes y por consiguiente, fuera de toda consideración convencional humanitaria. Otro de los aspectos más dramáticos en este proceso de objetivación ha sido el desarrollo y empleo creciente de robots guiados por sistemas de vigilancia de alcance global contra hombres combatientes. Ello significa que los que están haciendo la guerra van a tener que enfrentarse con maquinas automáticas indiferentemente de cual sea su naturaleza. Este enfrentarse, no es guerra, ni lucha, ni combate, ni abarca solo el ámbito militar , es el esfuerzo por hacer estriado un espacio físico determinado para los fines del Estado, por lo que el objetivo no está en la maquina en si misma sino en el referente, el que le da los input necesarios para que ésta actúe. En los espacios abstractos, la guerra y el combate en si, no son posibles si no se tiene certeza del enemigo o del blanco y de lo que se quiere con su neutralización. Esta imposibilidad generaría, en principio, la inmovilidad de la Maquina de Guerra del Estado, y posteriormente fomentaría la ejecución de golpes ciegos contra enemigos imaginarios (o creados) como acaeció con la invasión de Afganistán e Irak. Ello es más patente y por consiguiente más efectivo, si no se tiene certeza de lo que se quiere. El uso de la expresión ‘neutralización’ se debe a que las formas de destrucción hoy día sólo pueden lograr un aumento de los grados de control en un espacio y un tiempo determinado. 

Por otro lado, la criminalización y el régimen de policía son sólo posibles donde hay normas, de ahí la necesidad de obrar más allá de las normas aunque ello signifique el establecimiento de nuevos marcos de racionalidad. La otra cara de la duda es el criterio de verdad. Si la verdad es inconmesurable y la ciencia no ha sido capaz de encontrar el medio de unificar el saber universal por intermedio de un sistema de referencia unificado, sólo queda la ambivalencia de la duda y la certeza. Ni la duda ni la certeza pueden coexistir y ello explica la supresión y la apelación a la existencia de un poder superior que de idea de orden. Todas las formas de guerra del Estado, en este sentido, se fundamentan en un sistema de referencias, y este sistema se despliega en todos los ámbitos de actuación del Estado. Como la guerra es una forma de hacer, el objeto de toda acción dirigida contra la Máquina de Guerra del Estado es su sistema de referencias. El sistema de referencias no concierne sólo a los que permiten el uso de dicho instrumento sino también lo que le da sentido, es decir, el Estado. Eliminar el sistema de referencias es eliminar la secuencia, la cadencia, el ritmo y la duración, no sólo haciendo inútil su utilización, sino haciendo que ésta se vuelva contra el mismo. Si parafraseamos a Clausewitz, hacer la guerra al Estado significaría que el objetivo abstracto es su sistema de referencias y el objetivo físico son los sistemas de referencia de la máquina de guerra en si, en los espacios de combate globales y locales. El propósito es generar las condiciones para constituir nuevamente una cosa publica a escala global. El cómo alcanzar este propósito, está relacionado con la maniobra. Al respecto anteriormente se hizo mención al concepto de asimetría, el asunto ahora es actuar a partir del establecimiento de un plano de inmanencia. La asimetría desde el punto de vista operacional es y ha sido históricamente el crear condiciones para alcanzar el objetivo físico. Actuar fuera del plano de referencia a nivel político es crear esas condiciones. Actuar fuera de ese ámbito es actuar fuera de esas condiciones. El cómo hacer es irrelevante en ese caso debido a que el mundo es diferente y ello amerita una explicación eventualmente posible por intermedio del concepto de sorpresa. Más allá de sus conceptos, ésta ha descansado en el mismo sistema de referencia, al igual que los conceptos de audacia, astucia, etc. La sorpresa, audacia, etc, presuponen que se hacen en un mismo mundo y lo que se persigue es crear otro mundo con el fin de obrar de acuerdo con un libre albedrío donde todo es posible. Obrar en un mundo diferente es obrar de acuerdo con una concepción no-lineal del espacio-tiempo. Hacer a partir de ese mundo es hacer dentro del mundo de lo conocido y de lo no conocido. Obrar dentro de lo conocido es hacer dentro de un marco convencional de destrucción y terror. Actuar más allá de lo conocido es actuar en consonancia en el plano del terror que se corresponde cuando la palabra guerra pasó a ser de uso común en occidente. 

La palabra guerra, al indicar el estado (terror) y el acto (terrorismo) produjo una unidad de sentido que ha determinado una naturaleza de lo humano más allá de nuestra condición humana. Esa contradicción que evidencia que la guerra se presenta primeramente en el plano de la conciencia, se podría acabar si dejase de existir el Estado. Así pues se está proponiendo crear duda como medio para destruir los sistemas de referencia del o de un Estado. A nivel estratégico militar sería atacar el sistema de referencia de la Máquina de Guerra del Estado para hacer ineficaz el empleo de sus medios de destrucción, con lo cual, se duplicaría la duda a nivel jerárquico. En el ámbito operacional seria impedir la limitación del espacio y la espacialización del tiempo para evitar una representación de la naturaleza “de manera controlada”. En el plano táctico, no es sólo actuar en función del manejo dialéctico del espacio y del tiempo del Estado, también es usar sus propias armas. 6.- Conclusiones. Se podría afirmar que bajo la relación espacio-tiempo y materia no se puede concebir la guerra a no ser que se haga por intermedio de un sistema de referencias debido a que la guerra como representación es un fenómeno que es una negación de la naturaleza y su devenir y de todos los eventos que en ella acontecen. Muchas cosas se podrían decir desde el punto de vista político o filosófico, pero ello depende de cómo se aborde el tema, lo que si es cierto es que la guerra es un problema de la conciencia, entonces es en el hombre mismo, de acuerdo a su libre albedrío, el que debe determinar a partir de si mismo su línea de universo para lograr esa armonía necesaria con la naturaleza para lograr una razonable idea de convivencia más allá del Estado. ¿Qué significa tomar como punto de aplicación del esfuerzo el sistema de referencias de la Máquina de Guerra del Estado? La quintaesencia de la ciencia, y por consiguiente de la modernidad, ha sido el sistema de referencia como medio para establecer un criterio de verdad. Dirigir todos los esfuerzos contra el sistema de referencias del Estado es crear la condición de posibilidad de construir un nuevo mundo. 

Ello significa en principio el retorno a la metafísica y quizás ello sea posible cuando volvamos a ser capaces de restringir los órganos de los sentidos para erradicar la lujuria, la cólera, la codicia, la vanidad, la soberbia y la seducción como un medio para seguir nuestro propio devenir.

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