miércoles, 6 de enero de 2016

EPISTEMOLOGÍA Y CONFLICTO




Problema: Aprehender el fenómeno conflicto a través de la epistemología social

Para empezar sería conveniente tratar de precisar que se entiende por conflicto. El conflicto la Real Academia Española lo define como combate, lucha, pelea, enfrentamiento armado. Apuro situación desgraciada y de difícil salida. Problema, cuestión, materia de discusión. Coexistencia de tendencias contradictorias en el individuo capaces de generar angustia y trastornos neuróticos. Esta definición considera al conflicto referido desde un ente tanto hacia otro como dentro del mismo ente. Es tomado del latín conflictus que significa lo mismo, afectos de amor y odio, aprieto, estrecho, peligro, trabajo que sucede y angustia el animo. De igual forma, la guerra es definida como estado, pugna, disidencia entre dos o más personas, lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos en una misma nación, toda especie de lucha o combate aunque sea en sentido moral; oposición de una cosa con otra; hostilidad declarada, entablar abiertamente lucha o competencia con alguien[1]. De estas dos definiciones se observa una sinonimia, con la excepción que en el caso de la guerra se especifica con mayor claridad a los entes que pudieran encontrarse en ese estado. También es conveniente destacar que ambas definiciones expresan que el conflicto-guerra es un acto y un estado.

La importancia de que la guerra-conflicto sea vista como un acto y un estado se debe a que la filosofía política, en general, desde Hobbes ha considerado un estado de la naturaleza como un estado de guerra. En ese sentido Hobbes expresó que la guerra no sólo consiste en el acto de luchar sino que es un periodo en que la voluntad de confrontación violenta es suficientemente declarada. Todo otro tiempo es tiempo de paz. Con esta expresión a la noción de estado y acto se le agrega otro componente, es decir, el tiempo.

La idea del estado permite introducir el concepto de cambio, puesto que el cambiar contiene el estado y el acto. El paso estrecho de un estado al otro en donde confluyen la unión y la oposición, se podría entender en una primera instancia como guerra o conflicto. Aquí es conveniente acotar que se utilizará la palabra “conflicto” aunque se podría usar sin ningún inconveniente la palabra “guerra”.
Fernando Miliá[2] hizo un análisis estructural del conflicto, y expresa que a este estado se llega por una situación causal que es producto de una alteración de una situación ordinaria provocando un problema. El deseo y consecuentemente la voluntad de volver a la situación ordinaria produce la confrontación, es decir, el conflicto. Pero como ya se hizo mención el conflicto es el momento de paso de un estado a otro, un momento de cambio caracterizado por su estrechez puesto que como es posible que se de un cambio de estado, este no es necesariamente dado en su totalidad. Los aspectos que aquí son conveniente recoger son lo que podría entenderse como una “situación problemática” y la “voluntad”.

La situación problemática es un desequilibrio producto de una insatisfacción. Esta insatisfacción da origen a deseos o determinaciones de la razón que pueden conllevar al establecimiento de necesidades. Estas necesidades pueden propender al establecimiento de intereses que la volunta los convierte en objetivos conduciendo a la acción. La voluntad es la facultad de decidir y ordenar la conducta propia o también elección de algo sin precepto o impulso externo que a ello obligue.

Clausewitz[3], principal teórico de la guerra, expresó que ésta es un acto cruento y violento que persigue como propósito doblegar la voluntad del adversario con la finalidad de conseguir un objetivo político. Por tal motivo se ha podido afirmar que la guerra es la continuación de la política  con otros medios.

En la definición clasewitziana se evidencia que la guerra es un acto, pero como este caso el empleo de la fuerza es un uso normal, entonces la idea de periodo y consecuentemente de estado está presente, pero también está presente la idea de una situación de satisfacción que está relacionada con el objetivo alcanzado, por lo tanto se puede afirmar que el periodo de confrontación y de la voluntad de confrontarse es indeterminado. Esta circunstancia da a la noción de guerra o conflicto la representación de acto, estado en un periodo indeterminado, obstáculo, inseguridad y  peligro. El conflicto es, por consiguiente, mixto y múltiple, es el estado natural de las relaciones humanas, pero este se presenta como consecuencia del proceso de cambio de lo viejo a lo nuevo.

El conflicto, según Frischknecht[4] surge de la diversidad de significados o concepciones resultantes de atribuir valores diferentes a los mismos objetos. Estos significados provienen de los diversos tipos de representaciones que las comunidades hacen de la realidad y es lo que permite afirmar que la imagen que se tenga de una situación específica determina si hay o no un conflicto, es decir, si las imágenes que comparten tanto los tomadores de decisiones como los ejecutores de esas decisiones representan una situación conflictiva, hay conflicto o dicho de otra manera necesidad de cambiar una situación desventajosa. 

El desequilibrio que estas representaciones producen y el deseo de volver a una situación original o ventajosa provoca el estado y el acto de esa circunstancia de cambio. Por ello se puede afirmar que el proceso de cambio es un acto racional constituyendo el conflicto el estrecho paso de un estado a otro. Estos significados provienen de la diversidad de visiones del mundo que tienen los actores, de la natural evolución de sus intereses y de la intención de influirse mutuamente. El nivel de conflicto determina la magnitud de los medios puestos en juegos.

Esta visión del conflicto presentada por Frischknecht considera que la determinación del objetivo es realizada racionalmente y para ello se vale de la definición kantiana de interés. Según Aron[5], el método clausewitziano es dialéctico en sentido clásico. En él se maneja la relación entre tres parejas de conceptos: defensa-ataque, medios-fines, fuerza material-moral y varía de una a otra.

Las fuerzas materiales y fuerzas morales[6] remiten, respectivamente, a las cosas y a los hombres. La fuerza resulta de la unión de estos dos conceptos: Por un lado, la capacidad empleada, por el otro la confianza de los individuos en sus conductores, la experiencia... etc. Ataque y defensa no son excluyentes: en el ataque se puede defender y en la defensa se puede atacar. Ambas se disuelven cuando ocurre el choque.

Relación medios y fines está determinada por la determinación tanto de los medios como de los fines en el momento de plantearse el conflicto. Esta ambigüedad plantea: ¿Qué?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Por qué? Y así sucesivamente. Los medios son los medios de cambio que varían según la apuesta en juego, o sea los fines. Estos fines, generalmente, cambian según el nivel de decisión, es decir, el proceso racional a la que se encuentra inmerso un grupo varía de acuerdo a su ubicación en una estructura organizacional. Los problemas a los que se encuentra cada individuo tanto desde el punto de vista vertical, como horizontal son diferentes y en esta relación están inmersa las otras dos anteriores relativas a fuerza-moral y ofensiva-defensiva conformando pues tres momentos que juntos producen el cambio, esto es el conflicto.

Pero el objeto de conocimiento está contenido en cada nivel haciendose énfasis en un problema específico. La idea que se persigue es la articulación del todo, es decir, el objeto determinado por la voluntad en todos de manera que se genere el movimiento que conlleve a la obtención del fin y en estas circunstancias se produce un movimiento donde se pasa de la particularidad a la generalidad y de la generalidad a la particularidad en cada nivel y entre niveles. De igual forma se produce un movimiento en donde el conocimiento tácito se hace explicito y lo explicito se hace tácito.

La constatación, verificación o evaluación no va dirigida a los resultados sino al conflicto para determinar si este es satisfactorio o no. La motivación en ese sentido hace un juicio global de la situación y pondera los resultados estableciendo si continua o no en ese estado fijando otro nuevo proceso de cambio. La situación, su evolución y posterior evaluación completan la concepción del cambio para el sujeto. Esta concepción es sólo un conjunto de ideas a ser comprobadas en la acción (Frischknecht), en otras palabras este es un proceso de ensayo y error. En el nivel operacional el comportamiento de los ejecutores es heurístico, es decir, implica la investigación de documentos o fuentes históricas y el arte de inventar[7]. En la táctica el  proceso es empírico, cualitativo y algorítmico.
Desde el punto de vista de la Justificación, la guerra se ha topado desde la edad media con el concepto de “guerra justa”. Este fue un intento para justificar o legitimar algo que no ha sido un bien en si pero necesario para la conquista y colonización violenta que se realizó desde la edad media y la edad moderna[8]. Pero como este concepto no aclaraba que era lo que se consideraba una guerra justa, fue necesario establecer otro que evitara pronunciarse sobre la difícil cuestión de saber quién tiene la razón ética o moral en una guerra. La primera aproximación sobre este asunto la hizo Baltasar Ayala quien consiguió diferenciar entre las guerras que corresponden a la confrontación entre dos estados soberanos calificados cada uno de ellos de "iustus hosti" y las "guerras civiles" y "demás persecuciones penales y supresión de bandidos, rebeldes y piratas". El uso de la palabra "justo" en el sentido de la "guerra justa" fue entendido entonces en el sentido de "ajustado a la forma"[9].
Varios siglos después Kant introdujo la categoría política del "enemigo injusto" rompiendo con ello la "igualdad formal" entre Estados beligerantes.  Él definió como "enemigo injusto" a aquel "cuya voluntad manifestada públicamente es evidencia de una máxima según la cual, si se convirtiera en máxima general, no sería posible un estado de paz entre los pueblos, sino que habría de eternizarse el estado de naturaleza", con ello sentó las bases para la conformación de representaciones que tienden a la exclusión, discriminación, dominación y agresión o retaliación[10]. Por supuesto que esta calificación parece no haber contribuido a una paz perpetua sino a un estado de la naturaleza interestatal en el más puro sentido kantiano como pareciera evidenciarse hoy en día. Al respecto, Kant ha posibilitado la introducción de "guerras" contra un "enemigo" que es considerado peor que un "criminal", en lugar de un adversario, alejando así las posibilidades de un cambio por vías no estrechas.
Desde la perspectiva simbólica esta interpretación ha permitido convertir a la modernidad, como una realidad construida, un símbolo que permite justificar los cambios signados por la estrechez o el conflicto. La modernidad, consecuentemente es un imaginario a partir del cual se determina lo que es bueno y lo que es malo y justifica el conflicto para hacer “bueno” lo que no lo es.
De igual forma, Kant desde el punto de vista de la filosofía política fundamentó el estado de guerra en sentido hobbesiano, con algunas variantes de naturaleza moral y de derecho privado que si bien describen el estado de guerra como un estado de incertidumbre que dada la potencialidad del conflicto se manifiesta ya antes de que este se concrete introduce otro conflicto dentro del individuo entre lo que aspiro como máximo bien desde la perspectiva del imperativo hipotético y el deber ser del imperativo categórico. Si volvemos al concepto de conflicto esbozado previamente se tiene que Kant llega a estas dos conclusiones partiendo de la separación o abstracción si se entiende por conflicto “lo mismo”. En otras palabras Kant toma a los otros como opuestos que hay que coaccionar, dominar o eventualmente eliminar si se hace extensiva la definición del “enemigo injusto”.

Esta separación que realiza Kant permite traer a colación el concepto hegeliano[11] de esencia. El sistema filosófico de Kant parte de la propiedad esencial, es decir la propiedad a través del cual es posible identificar al objeto pudiéndose abstraer todo lo demás. Para Hegel “la esencia es pura reflexión. No constituye así sino una relación consigo misma; no en cuanto relación inmediata, sino en cuanto relación reflejada: es la identidad en si”. La identidad, en este sentido es “el ser que ha devenido por la supresión de la determinabilidad inmediata, y, por tanto, el ser en cuanto idealidad”, para ello no es conveniente excluir la diferencia puesto que la identidad “contiene también la diferencia”. Así pues, según Hegel “lo positivo” y “lo negativo” son en si una sola determinación por lo que puede afirmar que “la razón de ser es la unidad de la identidad y de la diferencia”. Estos conceptos guardan una estrecha coincidencia con el concepto de conflicto al cual se ha hecho mención, por lo que el conflicto, el cambio signado por su estrechez o la razón de ser parecen constituir sinominias que reflejan una especie de oposición entre lo separado y lo unido en el sentido que lo separado tiende hacia lo unido de muy diversas formas.

Desde el punto de vista de los imaginarios la idea de lo separado entendido como ha sido hasta ahora, desde la perspectiva kantiana, busca unir mediante la exclusión (abstracción), dominación y asimilación. Expresado de una manera más estrecha se podría interpretar que con la propiedad esencial no es necesaria la diferencia considerándose a la unidad o totalidad solo como una parte. Desde la perspectiva clausewitziana este imaginario se entiende desde lo separado puesto que en coincidencia con Hegel, el conflicto absoluto se da en forma ideal y la realidad mantiene la separación “el otro” como un mecanismo de manutención en el juego, o sea que la unidad se produce en el juego, mientras que en el resto de los momentos lo unido  se mantiene separado.

Pero, Hegel[12] teniendo presente la importancia que Kant le otorga al espíritu subjetivo y a la voluntad individual dentro de la perspectiva de la moralidad y la razón, consideró el espíritu objetivo y las representaciones (bildung) como constructores de una realidad que está en cambio constante, es decir, desarrollo como la forma en que se manifiesta la autoconciencia (esencia) y la eticidad. La liberación del alma es el telos del individuo y de los pueblos y esta es entendida como medio y fin, por lo que esta búsqueda constante constituye el desarrollo, un desarrollo que se produce mediante el cambio de estado. En este sentido, la oposición no se produce, pero si la estrechez y la mismidad en sus múltiples formas.

Entonces hay cambios dentro de uno y fuera de uno y así sucesivamente, pero como este cambio se produce también entre otros entes la intercambiabilidad se produce en la medida que el “Inter” permite que el cambio dentro de uno y fuera de uno se ha más allá de la estrechez y la estrechez se produce cuando hay dificultad para que el cambio se produzca. La estrechez se manifiesta en estados causales, es decir, aprehensión, miedo, inseguridad,  etc.

De lo expuesto anteriormente se evidencian tres momentos de cambio o cambios signados por la estrechez (conflicto): el clasewitziano que se produce en función de la relación medios-fines, el kantiano que se produce en función de la dualidad entre el imperativo categórico y el imperativo hipotético y el hegeliano cuyo objeto es la liberación del alma individual y colectiva. Estas tres concepciones no se contradicen, al contrario se complementan, de hecho Hegel parte de la idea de Kant para construir su sistema de legalidad. En el caso de Clausewitz, este por si sólo podría ser considerado como una forma desarrollada del imperativo hipotético kantiano que es teórico – instrumental, y que explica la base material de un tipo de intercambio que es contrario al desarrollo porque implica un desgaste o perdida de capacidades. Las tres perspectivas podrían ser consideradas como un instrumento que permitiría determinar las redes de ideas, imágenes, sentimientos, carencias y proyectos, es decir, la realidad.

Estos tres ejes serían el eje de tres tipos de relaciones: medios-fines, moralidad-fines y eticidad – fines. La primera de las relaciones está dirigida a lo material (que puede ser físico o abstracto), la segunda de las relaciones a los otros en tanto que el individuo se entiende como parte de un colectivo y el tercer tipo de relaciones está dirigida a la búsqueda de la autoconciencia.

Ahora estos momentos de cambio se producen en el tiempo-tiempo. En ella, el movimiento que se produce en estos tres ejes en un periodo y en un espacio determinado producen un tejido de relaciones que se manifiestan en representaciones que van de lo tácito a lo explicito y viceversa tanto desde el punto de vista individual como colectivo.

Consecuentemente, la verdad es el cambio, pero el cambio entendido dentro de esta triple perspectiva puesto que en ella sería posible identificar y evaluar el proceso de producción de conocimiento en lo individual y en lo social[13], debido a que en estos dos niveles jerárquicos las unidades se enfrentan a esta trinidad. Ello hace posible la interacción de lo individual a lo individual y de lo individual a lo social.   

Desde el punto de vista de la Epistemología Social, estos momentos podrían permitir la consideración de aspectos a-racionales (Laudan) entendidos a partir de lo que se ha explicado de imaginarios sociales y podrían ser medidos desde el punto de vista racional (Thagard) y a-racional mediante métodos ya probados como el Delphi.





[1] El Diccionario de Autoridades agrega además que la guerra es: modo y disposición de hacerla; oposición y contrariedad que hace una cosa con otra como el calor al frío, incluyendo dentro de esta conceptualización la guerra de entendimiento entendida como la oposición de dictámenes, juicios  y opiniones sobre cosas. Por su parte, el Diccionario de Autoridades define el conflicto como: lucha, combate, pelea o batalla. Hallase usado con frecuencia en lo moral, y que pertenece al animo y espíritu..
[2] MILIÁ, Fernando. El Conflicto. Análisis Estructural. Buenos Aires. Instituto de Publicaciones Navales. 1985. 150 p.
[3] CLAUSEWITZ, Karl Von. On War. Princeton University Press. California. 1989. 732 p.
[4] FRISCHKNECHT, Federico y otros. Lógica, Teoría y Práctica de la Estrategia. Buenos Aires. Escuela de Guerra Naval. 1994. 271 p.
[5] ARON, Raymond. Pensar la Guerra, Clausewitz. Tomo I. La edad europea. Madrid. Ministerio de la Defensa. 1993. Pp 323-331. 
[6] La moral es aquí es entendida en el sentido que un individuo o un colectivo entienden como idea del bien la dignidad.
[7] PERTUSIO, Roberto. Estrategia Operacional. 2ª Edición.  Buenos Aires. IPN. 2000. p-19 
[8] MUÑOZ, Antonio. Kant, Baltasar Ayala y Carl Schmitt: ¿hacia la “guerra” perpetua o hacia verdaderos Tratados de Paz?   Santo Tomás de Aquino estableció que los requisitos para que una guerra sea declarada justa son: un fin puramente pacífico sin odios ni ambiciones, causa justa, declaración de guerra por autoridad legítima, y prohibición de toda mentira.
[9] Por esta razón, Baltasar Ayala señaló lo siguiente:
a) “la guerra en el sentido justo” hay que desviarla de la justicia material, de la causa justa, hacia “las cualidades formales de una guerra jurídico pública, es decir, interestatales”. Es esta la cuestión fundamental: “la guerra ha de ser pública en ambos lados”. No puede admitirse las “guerras privadas” (ámbito en el que tendría cabida los “principios éticos” de negación de las “guerras”).
b) “la guerra justa” es la que se produce entre “enemigos justos”. Y "enemigo" es el iustus hostis, el soberano estatal en paridad e igualdad con el estado beligerante, aunque éste no tenga "causa justa" para la guerra, en el sentido moral, ya que se cumple sencillamente con ser un “estado soberano”.
c) la decisión sobre "si existe o no una causa justa le corresponde exclusivamente a cada soberano estatal".
[10] En este sentido Kant entendió lo "justo" como "moralmente" bueno, e "injusto" como "malo".
[11] HEGEL, G. W. F. Lógica. 2a edición Editorial Ricardo Aguilera. Madrid. 1973. Pp 185-262
[12] HEGEL, G. W. F. Il Dominio della Política. Fenomenología dello Spiritu. 2ª Edición. Editorial Riuniti. Roma. 1997. Pp 263-297
[13] GOLDMAN, Alvin. Social Epistemology. http://plato.stanford.edu/entries/epistemology-social